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Hoy en día parece imprescindible que el abogado se apoye en la tecnología para ofrecer una buena atención al cliente.

Sin embargo, la realidad es que, parece que, como efecto primordial, la tecnología consigue abaratar los costes, aumentando la rapidez en la resolución de los asuntos, lo cual resulta imprescindible para ser competitivos ante un mercado cada vez más agresivo.

Precisamente, la tecnología aporta, en gran parte, estandarización, lo cual no es necesariamente sinónimo de mejor atención al cliente: hay que incorporar otras cualidades, como la analítica predictiva que aporta la inteligencia artificial, y prevé el resultado del conflicto en base al estudio, a velocidad digital, de los resultados anteriores de conflictos similares.

La tecnologización de los servicios jurídicos no es tarea fácil: la restructuración y formación de los equipos para atender las necesidades de los clientes y las mejoras en los procesos de solución de asuntos son esenciales para afrontar la transformación digital del sector legal.

Implica también un cambio en la percepción del abogado y en los nuevos perfiles relacionados con la gestión de procesos y obliga a cambiar el modo de trabajar.

Ello supone un importante reto, pero es necesario si se quiere permanecer en el mercado.

Hace ya muchos años que un celebre abogado ya fallecido decía que los abogados (lawyers) acabaríamos siendo LEAyers (Legal Engineering Applicators), o sea, “aplicadores de ingeniería jurídica”.

La verdad es que la idea, al menos a mí, no me pareció excesivamente atractiva, pero ya la tenemos aquí. Los avances, a menudo, no ha servido sólo para mejorar los servicios, sino para aumentar el ritmo de trabajo reduciendo el capital humano y los precios.

En consecuencia, cualquiera que no siga sea camino dejará de ser competitivo pues no podrá responder con eficacia, velocidad y novedad, a los requerimientos de los clientes, en la medida en que lo harán quienes se hubieren adaptado.

Al margen de lo anterior, han surgido, además, compañías de Legal Tech, que hacen del funcionamiento por procesos informáticos, su razón de ser. Ello requiere un nuevo perfil de abogado, que entienda de Blockchain, de criptomonedas, de contratos inteligentes, y de automatización de procesos.

Las funciones de los profesionales de la abogacía están cambiando para adaptarse a los nuevos tiempos: los abogados se están viendo obligados a adquirir nuevas habilidades, y los despachos deben priorizar la incorporación de estos instrumentos, y aprovechar esa introducción para crear secuencias que eviten errores y pérdidas de tiempo.

Del mismo modo que la mayoría de las industrias han procedido a la robotización de una gran parte de sus procesos, la abogacía no ha de ser menos. La abogacía peca de tradicional, pero ha de despojarse de ese talante y de esa etiqueta, y adaptarse a los tiempos.

Ahora bien, ¿sustituirnos? Yo recordaría que una máquina, entre un reloj parado y uno que atrasa un poco, prefiere el parado, porque da la hora exacta dos veces al día. Es posible que el avance en aprendizaje por algoritmos de las máquinas haga que ya no llegue a esa conclusión tan poco deductiva, pero en derecho, si las personas no tuvieran la última palabra, tendríamos una justicia estática y anclada en el pasado, que es de donde se nutren las predicciones.

Juan Núñez – Abogado