Togas.biz

El uso masivo de bases de datos con fines comerciales o de cualquier otro tipo, conocido como Big Data, es algo que está entrando de forma efectiva en las estrategias de un gran número de empresas, sobre todo de las que se dirigen al gran público. No se trata de algo bueno o malo en sí mismo, sino en virtud del uso que se haga de los datos, sobre todo si se trata de datos personales, protegidos por la Constitución.

Lo que parece evidente es que las implicaciones jurídicas y sociales de esta nueva ciencia aplicada al marketing empresarial van más allá del mero uso de las bases de datos.

Con la visión cartesiana de un matemático como Esteban Moro, de la Universidad Carlos III de Madrid, que intervino en una reciente jornada organizada por Fundación para la Investigación sobre el Derecho y la Empresa (FIDE), la extensión del fenómeno Big Data se entiende con claridad: “En la era digital, nada se tira. La información es perenne y cada persona es el resultado de un algoritmo que se genera sobre sí misma por los actos que realiza transmitidos a través de sensores”. Todos vamos cargados de sensores digitales: la tarjeta de crédito (la información más fiable), el teléfono móvil (acumula más de 200 sensores distintos), las redes sociales, compras por internet, etc.

Las redes sociales han dejado de ser solo medios de comunicación entre personas, para convertirse en plataformas de publicidad y tratamiento de datos, donde “el negocio eres tú”. Ya hay una en Twitter que analiza los contextos de conversación, no solo es capaz de hacer un mapa de relaciones sobre cada usuario o grupos de usuarios de gran valor para ellos mismos y para su competencia, sino que se pueden llegar a deducir hasta domicilios particulares.

Con esa base matemática y la realidad digital que nos invade, la pregunta obligada que salió en el encuentro de FIDE (entre otras) fue ¿dónde queda la privacidad? En este tema, la teoría matemática del Big Data aplicada a las ciencias sociales que nos expuso el profesor Moro revela un hecho que se demuestra en cada investigación realizada: “la privacidad es inversamente proporcional al valor que tienen los datos”.

La cesión de los datos personales está en el uso más o menos consciente que hagamos de los sensores. Es decir, que es un problema de educación (como casi todos), en el que lo importante es leer siempre bien la letra pequeña de las condiciones de uso de las aplicaciones, redes, formularios digitales, comercio electrónico, etc…

Fernando Pastor, Director de Comunicación de Garrigues