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En los últimos veinte años hemos experimentado una incesante evolución tecnológica que ha cambiado nuestra rutina diaria. Fue en el marco de esta evolución y a raíz de la crisis económica de 2008 que apareció la tecnología Blockchain (o cadena de bloques). Si bien inicialmente se asoció simplemente a la aparición de las criptomonedas, con el paso del tiempo ha demostrado ser aplicable a infinidad de ámbitos.

Hoy sabemos que también puede revolucionar el mercado del arte y, en particular, la forma en que el arte se compra y se vende, así como también puede ayudar a prevenir el fraude y la evasión de impuestos y a mitigar los posibles riesgos surgidos en el marco de una subasta .

En efecto, según señala Fast Company, son numerosos los motivos por los que artistas, compradores e inversores, galeristas y casas de apuestas abrazan el uso del blockchain en este contexto.

En primer lugar, los artistas crean cada vez más obras digitales, las cuales están expuestas a la posibilidad de ser replicadas y distribuidas sin su consentimiento. El hecho de poder registrar sus obras en la cadena de bloques les permite, por tanto, no sólo crear un mercado secundario sino también, especialmente, probar su titularidad.

Por otra parte, como en todo mercado, la confianza entre las partes de una transacción es imprescinble. Los compradores de arte conciben el arte como una inversión a corto y a largo plazo, como un tipo de moneda. En este contexto, no resulta extraño que todo coleccionista se muestre reticente a desembolsar una elevada cantidad de dinero por una obra cuya procedencia no pueda ser infaliblemente verificada. Se trata del miedo a no estar comprando algo genuino, un problema tan antiguo como el propio arte.

Ante ello, la tecnología blockchain puede propiciar un registro descentralizado que contenga información sobre la veracidad y el camino seguido por la mayoría de los objetos de arte del mercado. Son ya varias las startups (como Codex y Verisart) que ofrecen a artistas, coleccionistas y galerías servicios de registro y certificación basados en la cadena de bloques.

Ello podría además impulsar de manera innegable el mercado electrónico del arte, lo que resulta especialmente interesante al considerar que las ventas de objetos de arte online no suponen, tan siquiera, el 10% de las ventas a nivel mundial. A ello cabe añadir el hecho de que el volumen anual de transacciones fraudulentas en el mercado del arte alcance los 6 millones de euros, estando un 80% de las mismas asociadas con falsificaciones, según pone de manifiesto el exjefe de Saatchi Online y Sedition Art.

Asimismo, los inversores también conciben como algo revolucionario el poder utilizar y adquirir criptomonedas para vender y adquirir, respectivamente, acciones de obras de arte. En el mismo sentido, las criptomonedas son vistas por las casas de subastas con un método de pago alternativo que podría facilitar las transacciones internacionales.

Ana Sánchez

Asociada