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Juan Núñez - Socio director de Dexeus Abogados

Supongo que este título, por su desenfado, habrá llamado la atención del lector. Creemos que, ante el mar de profundas exposiciones que otros colaboradores habrán desarrollado para ilustrar al destinatario de este número de Togas, convenía aportar otro aire.

Panorama

De hecho, nos hemos pasado más de diez años hablando de la Ley Concursal. Al poco de probarse tan beneficioso ungüento en las primeras víctimas (aún ni siquiera incipiente la crisis) se comprueba la lentitud, las trabas financieras, el retraimiento del mercado, y resulta que es un cementerio de empresas…

Nos hemos dotado de una legislación contra la morosidad en las transacciones comerciales (el Procedimiento Monitorio, el Título Ejecutivo Europeo, etc.): se supone que tendrían que haberse reducido los plazos de pago y mejorado los cobros...

Si comentamos la reciente obsesión por el tocho, resulta que, desde fuera, todo el mundo lo consideraba un desastre y, desde dentro, nos creíamos que se trataba de una economía estructural y que, en consecuencia, podíamos convertir España en Hong Kong o Mónaco… Fue una obsesión inducida por la legislación urbanística. Los empresarios hicieron lo que se les permitió hacer, a partir de una nefasta liberalización del territorio.

Entretanto, claro está, con tanta concentración de medios en ese sector, que era de todo menos estructural, se descuidaron los sectores verdaderamente estructurales: se descuidó la investigación, la colaboración entre universidad y empresa… Parece, según las últimas informaciones, que tenemos un déficit de 70.000 ingenieros industriales.

Bueno, pues esto es lo que hay. Y no vale meter la cabeza debajo del ala. Tenemos que afrontar la situación, porque, de lo contrario, no haremos sino agravarla.

¿Cerrarse o abrirse?

Hace pocos días circuló una historieta de un dueño de una ferretería que decidió aventurarse a pagar los 1.000 € que debía a sus proveedores: ese mismo dinero circula en pocos días por un sinfín de manos, satisfaciendo las deudas más variopintas, hasta que llega a alguien que, al haber obtenido por fin la suficiente tesorería, compra los materiales que necesita en aquella ferretería.

¿Que nos aporta, entonces, cerrarnos y atrincherarnos? Más recesión y más deflación; y escasez de medios. No digo que tiremos la casa por la ventana, pero creemos sinceramente que tenemos que seguir adelante, salir adelante, con valentía, con solidaridad, con mucho trabajo y con mucha prudencia (que no está reñida con la valentía: no se trata de no hacer nada, sino de que, lo que se haga, se haga bien).

Asesoramiento constante

Y, para hacer las cosas bien, conviene que cada uno se concentre en lo que ha de hacer. Usted, desarrollar la imaginación, la versatilidad y los atractivos del servicio que presta o del producto que vende; nosotros, asesorarle a Usted para que, lo que se haga, se haga bien.

Al igual que en el ámbito de la medicina, en el que podemos hablar de auto-medicación, curanderismo, falta de prevención, etc., en lo referente al asesoramiento jurídico también se sufren consecuencias difíciles de corregir, cuando no se consulta al profesional adecuado en el momento adecuado.

Los abogados estamos preparados para analizar y descubrir cuales son las incidencias que pueden surgir en las operaciones que el cliente pretende emprender. Es nuestra profesión; mejor dicho, nos gustaría que fuera nuestra profesión en mucha mayor medida que cuando hacemos de “bombero” de los problemas no consultados.

Ya escribí esto mismo en el primer número de Togas. Quien los haya coleccionado, lo podrá releer, pues tiene hoy idéntica vigencia.

Proximidad y dedicación

Evidentemente hay operaciones que son imposibles sin asesoramiento (un ERE, un pleito…), pero hay muchas otras que, por sencillas que sean, no estaría de más comentar.

Y el consultado debe asesorar sin perder de vista los objetivos globales del cliente. Hay que ser honesto y claro: no prometer objetivos que no se puedan garantizar, ni precios que no se puedan mantener. El cliente debe ver que la labor es entregada, entusiasta, competente y ajustada a los medios que su resolución exige. Nosotros estamos orgullosos de alcanzar estas premisas.

Ya lo dije en aquel artículo inaugural y lo repito hoy: acudir al abogado no es caro; lo caro es no acudir a tiempo. Si por cada diez cuestiones que se consulten al abogado, se corrige un error a tiempo, ya habrá valido la pena. Le invitamos a experimentarlo.