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Las Navidades invitan a compartir buenos momentos con familiares y amigos, especialmente cuando hace tiempo que no los vemos. Pero existen personas que no tienen a quien ver ni abrazar, incluso cuando más lo necesitan. El investigador y biólogo británico R. Sheldrake explica cómo la residente en un Hospicio de Birmingham pidió compartir sus últimos minutos de vida con un buen amigo, al que tuvieron que localizar urgentemente de madrugada. La historia conmovió profundamente al centro.

Las técnicas de resonancia magnética permitieron que el neurocientífico estadounidense James A. Coan, junto con otros científicos de la Universidad de Wisconsin-Madison, demostraran en 2006 que nuestra ansiedad disminuye por el mero hecho de que personas queridas nos tomen de la mano. Así, los síntomas previos a ciertas experiencias angustiosas de los varones participantes en el experimento -recibían una leve descarga eléctrica- se disipaban o eran menores cuando sus esposas les asían de la mano. Y cuanto mejor era la relación entre ellos, más efectiva era la amortiguación del dolor. En esta misma línea, años antes, el psiquiatra e investigador norteamericano Edward McKey Hallowey se dio cuenta de la importancia de los momentos de compenetración emocional entre compañeros en el trabajo, publicando en 1999 el artículo The Human Moment” en la Harvard Business Review. Nos sentimos bien cuando estamos en contacto con personas que nos transmiten “preocupación empática”, lo que el célebre psicólogo estadounidense Daniel Goleman define como una disposición incondicional y espontánea a la ayuda. Nos la ofrecen los seres que queremos y eso nos hace sentir bien con ellos, especialmente en nuestras horas bajas.

En el contexto de un programa terapéutico para personas enfermas o solas, el perro Chad, propiedad de Ruth Beale, visitaba casi diariamente el Hospicio en Birmingham. Solía juguetear con los internos, pero tenía especial cuidado con los que estaban tristes o en peor situación física. En estos casos, se situaba a su lado o se limitaba a poner su cabeza sobre su regazo, como tratando de reconfortarlos. Seguramente compartía su estado de ánimo, pues el premio Nobel en medicina y etólogo austríaco Konrad Lorenz, declaró en 1980, en una entrevista al rotativo Der Spiegel, que “cualquiera que haya vivido con un perro y no esté convencido de que tienen sentimientos como nosotros es alguien psicológicamente transtornado y hasta peligroso”.

La empatía, junto con la abstinencia de juicio, capacidad de escucha y absoluta confidencialidad son algunos de los valores que reúnen los seres en los que más confiamos y a cuyo lado nos sentimos bien. Cuenta el doctor Sheldrake que esta relación de virtudes, que bien podría encontrarse en cualquier manual para asesores o consejeros, la redactó hace décadas la doctora e investigadora Mary Stewart, de la Escuela de veterinaria de la Universidad de Glasgow: es el listado de las cualidades que las personas valoramos de los perros.

El personal del Hospicio de Birmingham llamó de madrugada a la propietaria de Chad, que no tuvo inconveniente en que vinieran a buscarlo y llevarlo junto a la residente que tanto insistía en verle. Estuvo en contacto con ella durante tres horas, mientras moría.

Tanto el centro como la localidad quedaron consternados por esta historia de amistad. Chad recibió el galardón PAT dog del año concedido en 1997, por su trabajo en el hospicio. Miles de perros ayudan cada día a personas discapacitadas y se emplean con finalidad terapéutica en hospitales.

Alain Casanovas

Socio responsable de Cumplimento Legal. Especialista en modelos de cumplimiento y prevención penal, Alain es socio de KPMG Abogados desde el año 2000. Además de encargarse de la gestión del riesgo de servicios legales en España, participa en iniciativas de normalización nacional e internacional sobre Compliance y dirige varios postgrados universitarios sobre esta materia.