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La retribución flexible es un concepto que, sobre el papel, sólo tiene ventajas, y no hay duda de que aporta muchos elementos positivos a la relación entre los trabajadores y las empresas. Sin embargo, según nuestros datos, tan sólo el 32% de las empresas incluyen conceptos de retribución flexible en sus nóminas y tan sólo un 15% ofrecen a sus empleados un paquete de tres o más conceptos de retribución flexible. ¿Por qué motivo? Esta es la gran pregunta que en BDO nos venimos haciendo desde hace ya algún tiempo.

La retribución flexible consiste en renunciar a parte del sueldo a cambio de productos que gozan de ventajas fiscales y/o descuentos en el precio. Su implantación por parte de las empresas tiene un doble beneficio. Por un lado, el trabajador puede llegar a ganar hasta 2.000 euros netos adicionales al año y además le permite disfrutar de acceso a precio de coste de determinados servicios. Por otra parte, la empresa consigue fidelizar y optimizar la carga fiscal de sus empleados.

Los conceptos que gozan de ventajas fiscales son el ticket restaurante, la guardería, la tarjeta de transporte y el seguro médico. Adicionalmente, hay empresas que añaden a estas ventajas tradicionales un amplio abanico de productos que ofrecen a sus empleados a precio de coste, desde coche de empresa y vivienda hasta fisioterapia, peluquería, o incluso terapia con guacamayos.

Las empresas que no han implantado políticas de retribución flexible, argumentan los siguientes motivos:

  • Desconocimiento técnico de qué es y qué implica la retribución flexible.
  • Temor a que los trabajadores, a la vista de la propuesta de mejora, genere nuevas expectativas o reclamen otras retribuciones.
  • Creencia en que el trabajador lo que valora es el salario neto, cuanto más alto mejor, aunque sea a costa de una optimización fiscal.
  • Reticencias por la complejidad administrativa que pudiera suponer.

Abordando las dos primeras respuestas, está claro que el desconocimiento previo y el temor a conflictos puede y debe resolverse con un asesoramiento profesional desde el punto de vista del derecho laboral, un asesoramiento que debe ayudar a decidir el modelo a implantar y que certificará que se cumplen los requisitos que marca la normativa.

Por otro lado, la creencia de que el trabajador lo que más valore es su salario neto puede ser cierta y es fácilmente comprobable. Si se deja a elegir a un trabajador entre un aumento de sueldo o un incentivo en especie por igual importe, los trabajadores normalmente elegirán el aumento. Sin embargo, esto no es óbice para que se aprovechen las exenciones fiscales que no suponen coste para la empresa y, con ello, se fidelice al trabajador. Cambiar de mutua de salud, en determinados casos, es un motivo suficiente para no cambiar de trabajo.

A lo que sin duda hay que perder el miedo es a la complejidad administrativa que supone la gestión de la retribución flexible. Hoy en día, las implantaciones de sistemas de retribución flexible tienen como base una relación directa entre el trabajador, el partner que gestiona los servicios de retribución flexible, y el gestor de nóminas, sin que la dirección de la empresa tenga que intervenir en el día a día. Además, una vez implementado el sistema, la gestión se realiza prácticamente en su totalidad online, por lo que los costes de funcionamiento del servicio son realmente asumibles para cualquier organización.

Es cuestión de tiempo que la simplicidad en la gestión de la retribución flexible haga que se extienda su implantación en las empresas, pero también los propios trabajadores incorporarán incorporar los conceptos de retribución flexible a la lista de prioridades a la hora de valorar y comparar la propuesta de valor que ofrece cada empresa al empleado.

Pilar Revilla

Fuente: BDO Abogados y Asesores Tributarios

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