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Durante los últimos años, la sostenibilidad se ha ido posicionando como una de las principales variables para la toma de decisiones, tanto para las empresas en lo relativo a sus operaciones como para los Comités de financiación en el proceso de la concesión de la financiación. Los productos y los servicios financieros “verdes” no solo tienen un impacto positivo sobre la sociedad, sino que han incrementado su atractivo en el mercado, representado el futuro de la relación entre empresas y financiadores.
En este contexto, el valor económico de las empresas depende siempre en mayor medida de los factores ESG (Environmental, Social and Governance) que generan ventajas competitivas en varios ámbitos (Import/Export, cuota de mercado, marketing, relación con proveedores y clientes, financiación). Los financiadores (bancos y fondos) están llamados a los mismos retos de transformación hacia factores ESG y lo hacen principalmente incluyendo en su cartera de inversiones clientes “verdes”: por esto están desarrollando productos dedicados y departamentos especializados.


Las compañías de Green Economy, en los últimos años, han registrado mayores ingresos comparados a las compañías “tradicionales”. Esto está, en parte, relacionado con las exportaciones siendo que las empresas “verdes” tienen ventajas para proporcionar sus productos/servicios en los mercados exteriores. Adicionalmente, el “verde” y la sostenibilidad generan una ventaja competitiva significativa para captar y cautivar clientes y empresas pioneras están cambiando el mercado. Otro proceso de transformación que muchas empresas están llevando a cabo es la optimización de los activos en clave ESG para poder obtener ciertas ventajas en términos económicos y ambientales (por ejemplo, inversiones en capex destinadas a reducir la emisión de CO2 en procesos industriales). Todo esto se traduce en el medio plazo en un incremento de los flujos de caja y por ende del valor de las compañías.


Los financiadores y, en particular la banca, están en proceso de transición hacia la transformación “verde”, comprometiéndose, vía financiación, al crecimiento de las empresas que apuestan firmemente hacia esta dirección. En este sentido, según las ultimas indicaciones de la Comisión Europea, los bancos están llamados a incorporar en sus propios negocios criterios ESG, evaluando la exposición de sus clientes a estos factores especialmente aquellos relacionados con el calentamiento global y el cambio climático en general. De hecho, los bancos deberán elaborar un informe completo del cliente evaluando los riesgos ESG asociados y, para aquellos clientes de riesgo elevado, deberán incluir análisis detallado del modelo de negocio.
No obstante lo anterior, actualmente, la mayoría de la exposición crediticia esta destinada a actividades sujetos a riesgos significativos en términos de ESG siendo estos factores aún no prioritarios o con actividades en plena transición “verde”. Todos estos factores de riesgo en muchos casos generan una evaluación “negativa” de la operación de financiación para una entidad “tradicional”, pero pueden ser objetivo de las financiaciones alternativas que, no siendo sujetas al sistema de evaluación impuesto por la Comisión Europea, han podido desarrollar productos que se adaptan a contextos evolutivos “verdes”.


Entre estos productos, los más famosos hoy son los “bonos verdes”: obligaciones que se emiten con el principal objetivo de financiar proyectos que prevén la utilización responsable de los recursos naturales centrándose en la eficiencia energética. Adicionalmente, entre otras, las financiaciones ESG (“bonos verdes”) permiten ventajas fiscales significativas no solamente para los emisores de las obligaciones, sino también para los suscriptores, generando un win-win determinante para llevar a cabo ciertas operaciones.
Finalmente, se puede afirmar que la sostenibilidad es un factor que incrementa la rentabilidad, no solo desde un punto de vista reputacional sino también en una mejora significativa en los términos de financiación aceptados por el mercado: una mejor posición en
el ranking “verde” permite el acceso a recursos financieros mas baratos, mas flexibles y más eficientes.
En conclusión, desde BDO, creemos que apostar por una economía circular, sostenible y respetuosa, es rentable tanto en el largo plazo, aportando una gestión eficiente del ambiente y de los recursos, como en el corto-medio plazo, proporcionando ventajas competitivas tanto económicas como financieras.

Walter Mattaliano

Fuente: BDO Abogados y Asesores Tributarios

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