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Va transcurriendo el tiempo, y el sistema de patente europea con efecto unitario también avanza. Asistimos a la evolución en la Unión Europea del Tratado por el que se crea el Tribunal Unificado de Patentes (TUP), en curso de ratificación por los Estados, y contemplamos cómo los expertos europeos van dando forma al reglamento de funcionamiento del Tribunal y se va programando su futura actividad.

Mientras tanto, el TJUE estudia y habrá de resolver el recurso español contra los Reglamentos 1257/2012 y 1260/2012, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 17 de diciembre de 2012, que cristaliza la posición de nuestro país frente a la forma en que un proyecto largamente discutido y constantemente aplazado, la patente comunitaria, finalmente ha visto la luz. Muy pronto, el 1 de julio, tendrá lugar la vista oral, y quizás a finales de año contemos con una resolución del Tribunal de Luxemburgo.

En este escenario, ¿qué posición adoptará la empresa española? La respuesta a un interrogante de semejante importancia ha sido hasta ahora la del silencio. España ha asistido silenciosa y expectante al resultado de sus iniciativas judiciales, al fruto que puedan ofrecerle sus recursos ante las instancias comunitarias, adoptando una estrategia claramente preconcebida de espera y prudencia extrema: de la patente unitaria no se habla. De esta forma, llegamos a los últimos momentos del debate sin haber discutido entre nosotros qué vamos a hacer en caso de que los argumentos españoles no prosperen, o en caso de que lo hicieran, qué posición deberíamos adoptar ante el reto de la patente unitaria.

Sin embargo, parece que algo se mueve. La OEPM, y me felicito por ello sin reservas, parece haber dado un paso adelante, y ya explica sin problemas la posición del Estado español, sus razones. Y lo hace en foros públicos abiertos a la discusión. Así, recientemente, en la sede madrileña de Cuatrecasas Gonçalves-Pereira, pudimos disfrutar de un debate enriquecedor entre distintos tipos de empresa y distintos puntos de vista empresarial sobre la patente unitaria, asistimos a las reflexiones de la innovación y la industria española sobre qué hacer ante los retos que planteará un Tribunal Unificado de Patentes, con divisiones centrales en Londres, París y Munich y divisiones locales, a empresarios, abogados y agentes de la propiedad industrial; asistimos a la exposición de los expertos europeos más renombrados, protagonistas activos de este proceso (Sir Robin Jacob, Kevin Mooney, Klaus Grabinski), de la mano de los jueces españoles especialistas en la materia, sobre la situación al día de hoy de sus trabajos. Al cabo de la jornada, y absolutamente sin perjuicio de la potencia y bondad de los argumentos que unos u otros empleemos, creo que se pueden extraer dos conclusiones.

La primera es la necesidad de debatir a fondo sobre la cuestión, con transparencia y sentido de Estado: estando próxima una respuesta del TJUE, deberíamos tener igualmente preparada la respuesta española a los diversos escenarios que la sentencia nos presentará, ya sea estimatoria o desestimatoria de nuestros argumentos. No perdamos otra vez un tiempo precioso en abordar la cuestión, actuemos con decisión a la vista del camino que finalmente quede a nuestra disposición. Ello exige, sin duda, un trabajo de discusión y estrategia previas.

La segunda, y con ello explicito una opinión personal, es que la patente unitaria, a la que no le veo vuelta atrás, es simplemente un instrumento más para la protección de activos intangibles de nuestras empresas tan relevantes como son sus patentes. Y ello no significa, en modo alguno, que todas las patentes españolas deban sujetarse a ese régimen. Será necesario – he aquí el reto para los profesionales – llevar a cabo una examen muy sofisticado de los distintos instrumentos jurídicos a disposición de cada empresa para, de esta forma, determinar a qué patente, a qué familia, a que división, le interesa o no un efecto unitario europeo. No todas las patentes lo precisarán, ni en todos los casos la jurisdicción unitaria será atractiva. Siendo así, el contar con más armas de defensa y que se ajusten mejor a las necesidades de nuestra innovación, susceptibles de emplear según nuestro propio criterio, me parece una buena noticia: cuantos más recursos tengo a mi alcance, mejor será mi capacidad de competir.

Por Blas Alberto González