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Tal como indicamos al publicar la primera entrega de este articulo, publicamos hoy los capítulos 4, 5 y 6, es decir las penas, los delincuentes y el colofón. Así mismo incluimos de nuevo el Índice completo, como ayuda para la mejor comprensión del conjunto del trabajo.

RESUMEN

El Quijote es una novela de aventuras en la que en la que por su escenario literario aparecen multitud de personajes que muchas veces actúan quebrantando la ley penal, empezando por el propio Don Quijote que en sus desnortadas aventuras en ocasiones se comporta como un verdadero delincuente.

Cervantes traza con maestría variados delitos cometidos por distintos personajes como el asesinato, la alcahuetería, el cohecho, el daño en las cosas, el hurto, la injuria, el maltrato a los animales, la prevaricación etc.

ÍNDICE

1.- El delito en el Quijote como figura jurídica

2.- Circunstancias atenuantes y agravantes

2.1.- Alevosía

2.2.- Legítima defensa

2.3.- Locura

2.4.- Nocturnidad

2.5.- Obediencia debida

2.6.- Reincidencia

2.7.-  Trastorno mental transitorio

3.- Los delitos tipificados, aludidos en la novela (con excepción de los de don quijote)

3.1.- Preliminar

3.2.- Adulterio

3.3.- Alcahuetería

3.4.- Asesinato

3.5.- Cohecho

3.6.- Daño en las cosas

3.7.- Escándalo

3.8.- Hechicería

3.9.- Hurto

I.- Hurto de los escudos

II.- Hurto del rucio de Sancho

III.- Hurto a los viajeros de la banda de Roque Guinart

IV.- Hurto como “botín de guerra”

3.10.- Injuria

3.11.- Juego

3.12.- Lesiones

3.13.- Maltrato de animales

3.14.- Prevaricación

3.15.- Prostitución

4.- Las penas

5.- Los delincuentes

5.1.- Los galeotes

5.2.- Ginés de Pasamonte

5.3.- Roque Guinart.

5.4.- Claudia Jerónima

5.5.- Medoro

5.6.- Remeros en la galera La Presa en la que iba el cautivo.

5.7.- Don Quijote de la Mancha

6.- Colofón

4.- Las penas

Al identificar la justicia con la realeza, en ésta descansa la potestad de imponer penas a los delitos cometidos. Así se entiende la frase de Sancho al comentar la cadena de galeotes que se cruzaron en el camino:

“La justicia que es el mesmo Rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos”[1]

La pena parece que fue concebida como un acto de autoridad dirigido a restablecer y reparar el orden jurídico perturbado por la acción y voluntad del delincuente, y por ello es consecuencia inseparable del delito[2]. No obstante existen en el Quijote varias manifestaciones en la que la función de imponer penas reviste más un carácter de venganza. Por ejemplo en el episodio del capítulo LIX de la segunda parte, en la conversación que mantiene don Quijote con don Juan y don Jerónimo, que encuentra en una venta camino de Barcelona. Manifiesta el caballero:

Muchas veces suele caerse la paciencia cuando la cargan de injurias”[3]

Y le contesta su contertulio don Juan:

“… ninguna se le puede hacer al señor don Quijote, de quien él no se pueda vengar”[4]

También en el capítulo LXIII de la segunda parte cuando en Barcelona  visitan una galera, dice el mozo que era el arrez del bergantín:

Suspended ¡Oh señores! La ejecución de mi muerte; que no se perderá mucho en que se dilate vuestra venganza.”[5]

Y más adelante en el mismo episodio cuenta el narrador:

“… hizo el general lo que el Virrey le pedía, porque  no se ejecutan bien las venganzas a sangre helada”. [6]

La distinción entre las llamadas penas instantáneas (pena capital) t las sucesivas o continuas aparecen el Quijote en el capítulo XXXIX de la segunda parte, cuando la condesa Trifaldi sigue contando su historia, y manifiesta:

“… no quería con pena capital castigaros, sino con otras penas dilatadas, que nos diesen una muerte civil y continua”.[7]

En muchísimas ocasiones en la novela Cervantes introduce diversas citas, en las que se incluyen distintas clases de penas como los azotes, los tormentos, las galeras, el destierro, las multas, las setenas o la muerte civil. Esta última se menciona en la aventura de los galeotes del capítulo XXII, cuando dice el guarda que a Ginés de Pasamonte se le ha impuesto una gran pena:

Va por diez años, que es como una muerte civil” [8]

La regla  “non bis in idem sit pena”, o no se merece otra pena si no se comete nuevamente un delito, también aparece en el Quijote. Así en el capítulo X después de la cruenta aventura con el vizcaíno, le dice Sancho a don Quijote:

Advierta vuestra merced, señor don Quijote,  que si el caballero cumple lo que se deja ordenado, de irse a presentar ante mi señora Dulcinea del Toboso, ya habrá cumplido con lo que debía, y no merece otra pena, si no comete otro delito.”[9]

Igualmente también aparece el principio jurídico de “in dubio pro reo”, en varios de los sabios consejos que don Quijote dio a Sancho para que gobernase con éxito su Ínsula, y que no vamos a repetir dado que ya han sido objeto de un detenido comentario, en el apartado correspondiente.

5.- Los delincuentes

5.1.- Los galeotes[10]

La aventura protagonizada por don Quijote y narrada en el capítulo XXII, es desde el punto de vista jurídico uno de los más importantes y trascendentales de la novela, ya que al decir de  Pérez Fernández[11], tiene una triple significación. Por un aparte significa el conocimiento y la revisión por parte de don Quijote de seis de las causas por las que iban a ser condenados otros tantos delincuentes. En segundo lugar significa el comentario y crítica más acerba de la justicia de la época, y por último,  la negación de la justicia humana y el reconocimiento de que la justicia no tiene otro fin que el perdón, basado en la justicia suprema de Dios.

Los galeotes, como ya sabemos, formaban una cadena, que vigilados y escoltados por un conjunto de guardas al mando de un comisario, se dirigían hacia la costa donde debían ingresar en unas galeras para cumplir la pena que se les había impuesto por sus delitos:

“Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey que va a las galeras”[12]

Pero don Quijote no quiere comprender las razones ni los hechos por lo que manifiesta indignado:

“¿Cómo gente forzada? ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?[13]

Una vez más será Sancho Panza el que se haga cargo de la cordura y la ponderación, y por eso le contesta:

No digo eso, sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza.”[14]

No obstante, las seis causas que se narran tienen poca o ninguna trascendencia jurídica, pero por la gran difusión que han tenido y lo conocida que es esta aventura de don Quijote, vamos a analizarlas una a una.

a.- Primer galeote. Es el que va a galeras por “enamorado”. Con la intervención de este galeote se percibe perfectamente que estaban tratando con pícaros y verdaderos delincuentes. Ya que da entender que su pena venía de un asunto de amores cuando en realidad de lo que se enamoró fue de un cesto de ropa fina.

“… de una canasta de colar, atestada de ropa blanca, que la abracé conmigo tan fuertemente, que a no quitármela la justicia por la fuerza, aun hasta agora ni la hubiera dejado de mi voluntad.”[15]

Confiesa sin reservas su delito y las penas que se le imponen son las de “tres años de gurapas (galeras)”, es decir, que los años de condena eran más de tres, pero los que exceden de ese  número habían de cumplirse o dejar de cumplirse en todo o en parte a voluntad del tribunal sentenciador, y  esa pena  se completaba con “ciento azotes” en las espaldas. Realmente a ojos de hoy parece excesivo tres años remando en las durísimas e inhumanas galeras de aquellos tiempos, por haber robado un cesto de ropa.

b.- El segundo galeote. Va a galeras por “canario”. Canario era aquel que, con tormento o sin él, confesaba su delito. Va a galeras por “músico y cantor”, lo que sorprende a don Quijote que en su ingenuidad creía y por eso pregunta si por dedicarse a la música se puede ir a galeras. No lo entiende, uy es uno de los guardias quien se lo aclara:

“cantar en el ansia es confesar en el tormento[16]

El delito por el que fue condenado era el de cuatrero, es decir ladrón de bestias y la pena impuesta por su confeso delito según le dice la guarda a don Quijote fue de:

“seis años a galeras, amén de doscientos azotes que ya lleva en las espaldas”[17]

Con estas duras penas lleva consigo además aquella otra que le imponen sus compañeros de fatigas e infortunio que le

“maltratan, aniquilan y escarnecen, y tienen en poco, porque confesó y no tuvo ánimo de decir nones. Porque dicen ellos que tantas letras tiene un no como un si.”[18]

c.- El tercer galeote. Le contesta a don Quijote cuando es preguntado por su causa:

Yo voy por cinco años a las señoras gurapas por faltarme diez ducados”[19]

En su ingenuidad le ofrece don Quijote veinte para liberarle de la pesadumbre y a esa ingenuidad y generosidad por su parte responde el galeote con el mayor de los cinismos:

“si a tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado la péndola del escribano y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en medio de la plaza del Zocodover, de Toledo, y no en este camino…”.[20]

d.- El cuarto galeote. Es el “hombre de venerable rostro y de barba blanca que le pasaba del pecho” que no habló al comienzo directamente sino que lo hizo un compañero galeote por él, que le sirvió de intérprete porque comenzó a llorar  cuando fue interrogado por don Quijote.

Los delitos por los iba condenado eran tres, por corredor de oreja, por alcahuete y por hechicero, y el galeote que le servía de “lengua” dijo:

Este hombre honrado va por cuatro años a galeras, habiendo pasado las acostumbradas, vestido, en pompa y a caballo[21]

Las “acostumbradas y a pompa y a caballo” quiere decir pasearlo por las calles montado en un asno y acompañado por pregonero, alguacil, corchetes y un largo cortejo de muchachos y ociosos, donde el pregonero anunciaba a la gente cuales eran las culpas del sentenciado. Se trataba de una pena que se imponía a los culpables de herejía y en el galeote se cumplía por sus cargos de hechicero, sobre los que siempre defendió que no eran ciertos, admitiendo, sin embargo, los cargos por los otros dos delitos.

e.- El quinto galeote. Era el que había actuado de intérprete del anterior, y respondió a las preguntas de don Quijote con mucha más gallardía que el “hombre venerable”, pero alcahuete. Diciendo:

“Yo voy aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mías, y con otras dos hermanas que no lo eran mías; finalmente tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela, tan intrincadamente, que no hay diablo que la declare. Probóseme todo, faltó favor,  no tuve dineros, vine a pique de perder los tragaderos (ser ahorcado), sentenciáronme a galeras, por seis años, consentí: castigo es de mi culpa”.[22]

f.- El sexto  y último galeote, es único del que conocemos su nombre: Ginés de Pasamonte, también conocido como Ginesillo de Parapilla. Es un personaje del que ya hemos hablado en otras ocasiones (el que hurtó el rucio de Sancho), un delincuente peligroso y reincidente que al decir de uno de los guardianes:

él solo tenía más delitos que todos los otros juntos[23]

Al verlo don Quijote con tantas “prisiones” ( grillos o cadenas) preguntó la causa y le contestaron que por motivos de seguridad para evitar que se escapase:

“Venía diferentemente atado de los demás, porque traía una cadena al pie tan grande, que se le liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena, la otra, de las que llaman guardaamigo o pie de amigo; de la cual decendían dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado,  de manera que ni con las manso podía llegar a la boca. Ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos (…) y aunque  le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que temían que se les había de huir.” [24]

La pena a que había sido condenado era de diez años a galeras, que según decía el guarda:

es como muerte civil”[25]

porque era prácticamente imposible sobrevivir diez años la dureza e inhumanidad de las galeras, y además llovía sobre mojado, puesto que ya llevaba a sus espaldas  cuatro años de galeras de una condena anterior que ya había cumplido:

“Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años, y ya sé a que sabe el bizcocho y el corbacho (el pan cocido y seco y el látigo), y no me pesa mucho de ir a ellas…”.[26]

5.2.- Ginés de Pasamonte

Además de ser el único galeote al que Cervantes le da nombre y apellido, tal como acabamos de ver, también es el único al que hace salir en varias ocasiones el diversos capítulos de la novela, y siempre como un pícaro y un tunante. Así aparece además del acabado de citar, en los capítulos XXIII y XXX de la primera parte y XXVI de la segunda,

En su primera aparición en la tantas veces comentada aventura de los galeotes del capítulo XXII, nos ofrece el autor una descripción física del personaje:

“… un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro un poco”.[27]

También nos dice por boca de los guardias que les acompañaban a galeras que era:

atrevido y tan grande bellaco[28]

Y cuando aparece transformado en el titiritero Maese Pedro  dice de él el ventero:

habla más que seis y bebe más que doce”.[29]

Además de osado y parlanchín tenía también cierta cultura por que en el episodio de los galeotes le dice a don Quijote que está escribiendo un libro sobre su propia vida, del que presume sin medida:

“Es tan bueno (el libro), que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos de aquel género se han escrito o escribieren. Lo que sé decir a voacé es que trata verdades, y que son verdades tan lindas y tan donosas que no pueden haber mentiras que no se igualen”. [30]

Cuando Don Quijote libera a los galeotes actuando de una forma inconsciente y temeraria, éstos no solo no le agradecen haberlos soltado de sus grilletes y haberlos dejado en libertad, sino que instados e incitados por Ginés de Pasamonte le atacaron brutalmente con piedras. Don Quijote indignado, sin saber que tiempo después seguiría perjudicándoles tanto a él como á Sancho le increpa:

“Pues ¡voto a tal!, don hijo de la puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llaméis, que habéis de ir vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadena a cuestas”.[31]

A partir de esta escena el delincuente Ginés, va a aparecer y desaparecer de la vida de don Quijote y Sancho. como vamos a ver a continuación: actuará sin ser reconocido, reaparece una primera vez cuando hurta el asno a Sancho Panza en Sierra Morena, reaparece una segunda vez transformado en gitano, la tercera transmutado en titiritero sin ser reconocido tampoco, y por fin cuando es reconocido, desaparece definitivamente de la novela.

Su primera reaparición ya la hemos relatado en los apartados de “hurto” y “nocturnidad”, fue cuando aprovechado la noche y que amo y escudero dormían, robó el asno de Sancho Panza.

La segunda ocasión igualmente lo es con un acto delictivo y también como el anterior consta en una edición posterior de la obra, que no en la que editó Juan de la Cuesta por primera vez y nos la narra Martín de Riquer en la nota 18 de la página 308 correspondiente al capítulo XXX, cuando después de la conversación mantenida entre Dorotea, Cardenio, el cura, el barbero, don Quijote y Sancho, marchan estos dos últimos y nos cuenta el narrador:

Mientras esto pasaba vieron venir por el camino donde ellos iban a un hombre caballero sobre un jumento, y cuando llegó cerca les parecía  que era gitano; pero Sancho Panza que doquiera que veía asnos se le iban los ojos y el alma, apenas hubo visto al hombre, cuando conoció que era Ginés de Pasamonte, y por el hilo del gitano sacó el ovillo de su asno, como era la verdad, pues  era el rucio sobre que Pasamonte venía; el cual, por no ser conocido y por vender el asno, se había puesto en traje de gitano, cuya lengua y otras muchas sabía hablar, como si fueran naturales suyas. Viole Sancho y conocióle, y apenas le hubo visto y conocido, cuando a grandes voces dijo: ¡Ah. ladrón Ginesillo! ¡Deja mi prenda, suelta mi vida, no te empaches con mi descanso, deja mi asno, deja mi regalo! ¡Huye, puto, auséntate ladrón, y desampara lo que no es tuyo!. No fueran menester tantas palabras ni baldones, porque a la primera saltó Ginés, y tomando un trote que parecía carrera, en un punto se ausentó y alejó de todos. Sancho llegó a su rucio y, abrazándolo, le dijo: ¿Cómo has estado bien mío, rucio de mis ojos, compañero mío?…”[32]

Parece ser, aunque no queda claro ni mucho menos, que  además de huir Ginés de Pasamonte, de una forma que no se acierta a comprender por la narración que acabamos de transcribir,  robó la espada de don Quijote, toda vez que éste así lo declara más adelante al afirmar que fue Ginés el autor del hurto y no aparece el citado delincuente en otra ocasión, hasta la afirmación de don Quijote, en el momento de prometer sus servicios a la princesa Micominonda:

“…juro de ir con vos al cabo del mundo, hasta verme con el fiero enemigo vuestro, a quien pienso, con la ayuda de Dios y de mi brazo, tajar la cabeza soberbia con los filos desta… no quiero decir buena espada, merced a Ginés de Pasamonte, que me llevó la mía”..[33] 

La tercera vez que aparece Pasamonte en la novela es en el Capítulo XXVI de la segunda parte, convertido en titiritero y con su ojo bizco cubierto con un parche, va por esos mundos de Dios con un teatrillo de títeres y un mono falso adivinador de pasados y presentes, y se hace llamar Maese Pedro. Es aquí cuando el delincuente actúa más como pícaro. Cervantes asiduo lector de la literatura de su época, introdujo en este capítulo la figura del bribón, del individuo que usa sus artimañas para lograr sus fines, y lo hace con una clara alusión a un texto de la picaresca.

Maese Pedro pretende sacar provecho de la desaforada e incomprensible actuación de don Quijote, destrozando el teatrillo y todas sus figuras, pidiendo una indemnización absolutamente desproporcionada, que es aminorada, muy a pesar del falso titiritero, convenientemente por Sancho y el ventero que actúan como tasadores.

Y por último también se hace amplia referencia de Ginés de Pasamonte en el capítulo XXVII, en donde el narrador cuenta de nuevo la historia del hurto del rucio de Sancho y descubre al lector que el pícaro Maese Pedro no era otro que el delincuente Pasamonte, sin quedar claro si el citado descubrimiento es conocido por don Quijote y Sancho.

5.3.- Roque Guinart.

Hasta la aparición de éste, todos los personajes que han ido a saliendo en la novela eran imaginarios y producto del ingenio y la fantasía de Cervantes. Roque Guinart, sin embargo, es un personaje rigurosamente histórico y contemporáneo del autor.

Perot Rocaguinarda, también conocido como Perot lo Lladre[34] (Pedro el ladrón), nació en Oristá, obispado de Vic (provincia de Barcelona) en 1582 y falleció en la capital catalana en 1635. Hijo de campesinos, fue el bandolero y salteador de caminos más famoso de su tiempo en la zona de Cataluña y capitaneaba una conocida y temida partida de bandoleros, que actuaba en las líneas de comunicación entre Barcelona y Gerona, asaltando a los viajeros, así como a los campesinos y las masías del citado territorio.

Como dice Martín de Riquer en sus comentarios al Quijote, es un hecho insólito en el libro, pero la extrañeza no acaba ahí, porque además se le ofrece al lector una visión extraordinariamente favorable del bandolero catalán, destacando su lado más legendario, caballeresco y gentil, acorde con la elevada imagen del bandolerismo que recogía la literatura española contemporánea.

No deja de ser chocante dibujar con tal simpatía a un grupo social que, además de sus innumerables delitos, se decía que mantenía relaciones con los herejes hugonotes franceses.

Roque Guinart es el único personaje de la segunda parte de la novela que al toparse con don Quijote no se inmuta, no lo invita a corregir sus locuras, ni busca trastocar su realidad para burlarse de él, a pesar de haberse percatado que tenía trastocadas sus facultades mentales. Simplemente comparte vivencias con don Quijote y Sancho mostrándoles su mundo. Nuestros personajes  estuvieron compartiendo unos intensos días con el bandolero:

tres días y tres noches, estuvo don Quijote con Roque, y si se estuviera trescientos años, no le faltara qué mirar y admira en el modo de su vida; aquí amanecían, aculla comían; unas veces huían, sin saber de quien, y otras esperaban, sin saber a quien. Dormían en pie, interrompiendo el sueño, mudándose de lugar a otro”.[35]

También de este bandolero Cervantes nos ofrece una ligera descripción:

“… el cual mostró ser de hasta edad de treinta y cuatro años, robusto, más que de mediana proporción, de mirar grave y color morena”.[36]

En el breve espacio que ocupa en la novela el episodio con Roque Guinart, comete éste dos delitos a los que anteriormente ya hemos hecho referencia, por una parte el robo que hace a los viajeros que atraca en los caminos en general[37] y el concreto que efectúa en presencia de don Quijote y Sancho[38], y por otra el asesinato a sangre fría que realiza con uno de los componentes de su cuadrilla[39].

No deja de ser curioso que Cervantes haga casi una apología de este sanguinario bandido, presentándonoslo como una persona ecuánime y justa.

5.4.- Claudia Jerónima

Se trata de una asesina circunstancial, dado que no entra dentro del tipo de delincuente habitual ni clásico. Es una asesina pasional y como en todos estos casos su actitud es especial y atípica en su normal proceder.

Claudia Jerónima asesina a su enamorado Vicente Torrellas, hijo de Clauquel Torrellas, enemigo de su padre Simón Forte, creyendo erróneamente que su prometido Vicente iba a casarse con Leonora y por puro despecho lo mató. Se lo narra a Roque Guinart, en presencia de don Quijote, con el ruego de que la pase a Francia para evitar el juicio y la consiguiente pena que le pudiera  corresponder, y lo hace de la siguiente manera:

“… apresurando el paso a este caballo, alcancé a don Vicente obra de una legua de aquí, y, sin ponerme a dar quejas ni a oír disculpas, le disparé esta escopeta y, por añadidura estas dos pistolas y, a lo que creo, le debí de encerrar más de dos balas en el cuerpo, abriéndole puertas por donde envuelva en su sangre saliese mi honra”.[40]

“Vengo a buscarte para que me pases a Francia, donde tengo parientes con quien viva…”[41]

Lo dejó herido con sus criados pero debido a la importancia de las heridas causadas falleció mientras lo llevaban en andas a su casa que se hallaba en las cercanías.

5.5.- Medoro

En el capítulo XXV en la explicación que don Quijote da a Sancho a la pregunta de éste, de lo que van a hacer en el lugar en que se encuentran y don Quijote le contesta que va a imitar a Amadis y a Roldán:

“…cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil insolencias…”[42]

5,6.- Remeros en la galera La Presa en la que iba el cautivo.

En el capítulo XXXIX, se inicia la larga historia del cautivo y en él se narra la horrible muerte del cruel hijo de Barbarroja, que era capitán de La Presa, la nave capitana de la flota de Uchalí, rey de Argel, en la que iba como remero el cautivo y que fue atacada por la nave La Loba mandada por don Álvaro de Bazán. Era tan cruel con sus remeros y con los cautivos que iban embarcados que sucedió que:

… así como los que venían a remo vieron que la galera Loba les iba entrando y que los alcanzaba,  soltaron todos a un tiempo los remos, y asieron a su capitán, que estaba sobre el estanterol gritando que bogasen apriesa, y pasándole de banco en banco, de popa a proa, le dieron bocados, que a poco más que pasó del árbol ya había pasado su ánima la infierno.”[43]

5.7.- Don Quijote de la Mancha

La justicia es el leit motiv, o incluso al decir de MacLean[44], el pretexto de sus andanzas y aventuras. Su salida a los caminos lo es para hacer justicia y defender a toda aquella persona que esté dejada de la mano de Dios y pueda reparar con sus acciones la injusticia que de una forma u otra se está cometiendo con ella. Además sus consejos a Sancho, en este punto, para que pueda gobernar su Ínsula con éxito, son posiblemente de las páginas más bellas y acertadas de toda la literatura universal.

No obstante esas tan puras intenciones se ven emborronadas por los hechos reales y la actuación de don Quijote en muchos pasajes de la novela. Y si examinamos con cuidado esa actuación, fría e imparcialmente, llegaremos a la conclusión que don Quijote,  cubierto en la capa de la justicia cometió  muchos y variados delitos. Fue, por lo tanto, en muchas fases de su vida un auténtico delincuente.

Con la arrogancia y prepotencia propias de un “señorito rural”, terrateniente ilustrado, ocioso la mayor parte del año y descuidado con la administración de su hacienda, al punto de empeñarla o malbaratarla para cubrir gastos extravagantes, es protagonista de los siguientes y deleznables hechos:

a.- Ataca violentamente y sin provocación previa alguna, y causa lesiones serias a unos humildes arrieros:

Y diciendo éstas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos y dio con ella tan gran golpe al harriero en la cabeza, que le derribó en el suelo tan maltrecho, que si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara (…) llegó otro con la mesma intención de dar agua a sus mulos y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga y alzó otra vez la lanza , y, sin hacerla pedazos hizo más de tres en la cabeza del segundo harriero, porque se la abrió por cuatro”[45]

Arremetió así mismo contra unos diligentes mercaderes toledanos que iban pacíficamente a comprar seda a Murcia:

“Y en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el (mercader) que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader…”[46]

Agredió también a un fraile benedictino[47], a un pintoresco y malgeniado vizcaíno[48], a unos arrieros yangüeses[49], y a un cortejo fúnebre entre los que se contaban once sacerdotes[50], hechos de los que anteriormente ya hemos hecho referencia.

Participó en riñas y escándalos en la venta en la que estaba hospedado[51].

Asalta y roba a mano armada a un barbero itinerante al que despoja de su bacía:

“¡Detente, cautiva criatura, o entrégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe!.

El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, sino fue dejarse caer del asno abajo, y no hubo tocado suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento. Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote…”[52]

Arremetió contra el comisario y guardias que conducían a unos galeotes al cumplimiento de su pena, tal como ya hemos explicado suficientemente.[53]

b.- Incumplió con los pagos a los que estaba obligado por alimentación, alojamiento y cuidado de su cabalgadura en la venta en la que se había hospedado[54]

c.- Causó impunemente daños apreciables a la propiedad ajena, en diversas ocasiones: molinos de viento[55], odres de vino[56], aceñas y el barco de unos molineros[57], teatrillo de marionetas[58].

d.- En el campo laboral, se entrometió en una disputa entre un labrador y el pastor que aquel había contratado para cuidar sus ovejas, de lo que resultó un gran perjuicio para el pobre pastor.[59]

e.- Finalmente, pero ya en el ámbito civil, y en concreto con relación a sus obligaciones familiares, descuida de forma irresponsable a su única sobrina, menor de edad, a la que abandona sorpresivamente y deja en manos de la servidumbre por tiempo indeterminado, sin dar aviso previo o posterior.[60]

Esta es la imagen de la justicia que puede dar don Quijote, si analizamos parte de su actuación personal, algunas veces empujando a Sancho a que le acompañara en sus desmanes, en los diversos episodios y aventuras que nos narra Cervantes en su novela, Claro que se nos puede contestar que don Quijote estaba loco y por lo tanto no era responsable de sus actos delictivos.

Es evidente que, como ya hemos defendido en páginas anteriores, don Quijote era un enfermo bipolar, por lo que tenía claros y oscuros en su actuación. No es comparable, ya que no parece la misma persona, la que actúa como un verdadero y auténtico delincuente, tal como acabamos de analizar y aquella otra ponderada y sabia que da unos atinados y equilibrados consejos a su escudero.

Somos de la opinión que cuando don Quijote actúa como “delincuente”, lo hace de una manera irresponsable, porque su actuación está amparada por la circunstancia eximente de enajenación mental transitoria.

6.- Colofón.

Cervantes conoció en sus tres estancias de la cárcel de Sevilla y Valladolid, así como en sus correrías como militar en el ejercito y en el cautiverio, a un conjunto variopinto de personas, personajes de todo tipo y condición, y en muchas ocasiones a auténticos y peligrosos delincuentes, lo que le permitió tratar en directo con todos ellos.

Dichos conocimientos le sirvieron de base para plasmarlos en su universal novela, bien incluyéndolos en las distintas aventuras de los protagonistas, don Quijote y Sancho Panza, bien  para adornar los perfiles de los variados y curiosos personajes que van a pareciendo en la obra.

En suma una gran cantidad de vivencias que Cervantes con su extraordinaria maestría va haciendo aparecer en la piel de los personajes que acompañan a los protagonistas a lo largo de la novela, con las diversas situaciones delictivas de las que se sirve para perfilar sus actuaciones.

Por ello trata indistintamente cuestiones relacionadas con el Derecho Penal, como el mismísimo delito, o las circunstancias agravantes o atenuantes o las consiguientes penas.

Xabier Añoveros Trías de Bes
Digestum Legal

[1] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 203

[2] PÉREZ FENÁNDEZ, Ob. Cit. Pág. 244

[3] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 970

[4] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 970

[5] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 1005

[6] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 1009

[7] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 821

[8] QUIJOTE. Cvap. (I) Pág. 207 y 208

[9] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 100

[10] PÉREZ FERNÁNDEZ. Ob. Cit. Págs. 153-157

[11] PÉREZ FERNÁNDEZ. Ob. Cit. Pág. 153

[12] QUIJOTE. Cap. XXII (I)  Pág. 203

[13] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 203

[14] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 203

[15] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 204

[16] QUIJOTE.  Cap. XXII (I) Pág. 204

[17] QUIJOTE.  Cap. XXII (I)  Pág. 204

[18] QUIJOTE.  Cap. XXII (I)  Pág. 205

[19] QUIJOTE.  Cap. XXII (I)  Pág. 205

[20] QUIJOTE.  Cap. XXII (I)  Pág. 205

[21] QUIJOTE.  Cap. XXII (I)  Pág. 205

[22] QUIJOTE. Cap. XXII (I)  Pág. 207

[23] QUIJOTE. Cap. XXII (I)  Pág. 207

[24] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 207

[25] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 208

[26] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 209

[27] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 207

[28] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 207

[29] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 724

[30] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 208

[31] QUIJOTE. Cap. XXII (I) Pág. 212

[32] QUIJOTE. Cap. (I) Págs. 308 y 309

[33] QUIJOTE. Pág. Cap. XXX o sig..

[34] Perot lo Lladre tiene una calle en Barcelona en el Barrio Gótico, en las cercanías de la catedral.

[35] QUIJOTE. Pág. 985

[36] QUIJOTE. Pág. 975

[37] QUIJOTE. Pág. 980

[38] QUIJOTE. Pág. 983

[39] QUIJOTE. Pág. 984

[40] QUIJOTE. Cap.- LX (II) Pág. 977

[41] QUIJOTE. Cap.- LX (II) Pág. 977

[42] QUIJOTE. Cap.- XXV (I) Págs. 238 y 239

[43] QUIJOTE. Cap.- XXXIX (I) Pág. 400

[44] MACLEAN,  Roberto. “Don Quijote de la Mancha y la manipulación cultural de la justicia como ilusión” Pág. 3

[45] QUIJOTE. Cap. (I)  Pág. 51

[46] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 60

[47] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 86

[48] QUIJOTE. Cap. (I9 Pág. 88

[49] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 137

[50] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 173

[51] QUIJOTE. Cap. (I) Págs. 149 y 150

[52] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 195

[53] QUIJOTE. Cap. XXII

[54] QUIJOTE. Caps. II y III

[55] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 82

[56] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 363

[57] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 154

[58] QUIJOTE. Cap. (I) Págs. 733 y 734

[59] Quijote. Cap.IV

[60] QUIJOTE. Caps. II y VII