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Ha sido la noticia estrella de este inicio de 2016: hace unos días, FIBA Europa comunicó su sanción a varias selecciones europeas de baloncesto prohibiéndoles participar en el Eurobasket 2017. Las selecciones sancionadas son las de España, Serbia, Croacia, Turquía, Rusia, Lituania, Grecia, Italia, Israel, Montenegro, Macedonia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia y Polonia, es decir, la mayoría de la élite del baloncesto europeo.

 La exclusión de España del Eurobasket se debe a la suspensión temporal del acuerdo entre ACB y la ECA para participar en la Euroleague, una competición a nivel continental entre clubes organizada por la ECA. En su comunicación, FIBA Europa expresó que:

«Cualquier federación nacional que apoye las prácticas ilegales de ECA permitiendo a sus ligas o clubes concluir y llevar a cabo acuerdos con ECA o con cualquier entidad relacionada directa o indirectamente con ella, perderá automáticamente el derecho de participar en competiciones nacionales absolutas organizadas por FIBA Europa».

La reacción de FIBA Europa no es casual: FIBA Europa lanzará en la temporada 2016-17 una nueva competición europea llamada Basketball Champions League. La rivalidad con la Euroleague organizada por la ECA es evidente.

El conflicto está tomando dimensiones no solo continentales, sino mundiales. El pasado sábado 23 de abril, FIBA Mundo comunicó que apoya a FIBA Europa en su conflicto contra la ECA. Si la ACA no suspende el acuerdo con la Euroleague, la selección española podría quedarse sin los Juegos de Río de Janeiro de este verano y sin la posibilidad de defender la plata ganada en Londres 2012. Otras selecciones como Serbia, Croacia, Grecia y Rusia podrían también quedarse fuera. La amenza de sanción de FIBA, todavía no definitiva, podría extenderse hasta el próximo Mundial.

El conflicto es más que un conflicto de competencia para quedarse con la organización de una competición continental entre clubes: es una guerra ideológica. Es un enfrentamiento entre el deporte federativo (representado por la FIBA) y el deporte “privado” (representado por la ECA), en un estilo más americano.

La FIBA, al igual que todas las demás federaciones internacionales, y sobre todo las que pertenecen a la gran familia olímpica (el Movimiento Olímpico), fundamentan su existencia y su funcionamiento en un sistema piramidal, en el que la federación internacional representa el ápice. Un organismo externo como la ECA sobre el que la FIBA no tiene ninguna autoridad, es incompatible, a criterio de los miembros del deporte federativo, con la concepción europea del deporte.

Un hecho parece evidente: el deporte profesional ha cambiado y evoluciona rápidamente. La concepción federativa del deporte en la que se basan las federaciones internacionales, podría tener limitaciones, según defienden los opositores al mundo federativo, en deportes que mueven grandes flujos económicos (en un punto intermedio se encuentran deportes como la F1 o el mundial de MotoGp donde existe la intervención de una federación y una organización privada que colaboran simultáneamente). Cabe recordar, que los mismos JJOO modernos nacieron para el deporte amateur, para diferenciarlo del deporte profesional pero que en los años 90 se abandonó la distinción entre los deportistas amateurs y los profesionales permitiendo, por ejemplo, que EEUU alinease a su Dream Team en los Juegos de Barcelona de 1992. Sin duda, impulsó al deporte beneficiando a su vez a las a federaciones internacionales.

El conflicto podría resultar en lo opuesto al objetivo inicial y fomentar la distinción entre deportistas profesionales y amateurs, relegando los eventos federativos a competiciones entre deportistas no profesionales o de menor nivel.

Queda por ver de qué manera se resolverá este apasionante conflicto, no sólo en el ámbito deportivo sino también en el legal. Entretanto, en un comunicado de 23 de abril, FIBA Europa informó que se reunirá con la ECA en la House of Basketball en Mies (Suiza).

A pocos días de los JJOO, esperemos que la pesadilla de no ver a la selección española en Río no se convierta en realidad.

Marco Vedovatti