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Muchos conocemos al cineasta Fritz Lang por su obra “Metrópolis”. Entre su cinematografía posterior se cuenta una película basada en el caso verídico del criminal en serie Peter Kürten, que en España se tituló “M. el vampiro de Düsseldorf”. Narra las atrocidades de un asesino de niños que es perseguido tanto por la policía como por el hampa. Compartiendo el objetivo de atraparlo, los delincuentes lo capturan primero y es juzgado por un tribunal liderado por ladrones, asesinos y prostitutas. Hasta las organizaciones criminales tienen su propia cultura, valores y patrones de conducta. Es una realidad que aprenden rápidamente quienes ingresan en centros penintenciarios. Por ello, referirse a la “cultura organizativa” dice poco sobre un colectivo concreto, salvo cuando está vinculada con la ética, como postulan desde hace décadas las US Sentencing Commission Guidelines. Es interesante conocer aquellos factores biológicos que desempeñan un rol clave para afianzar los valores éticos en la psique de las personas.

Es sabido que algunos neurotransmisores, como la oxitocina, condicionan nuestra capacidad para empatizar con los demás y evitan comportamientos egoístas, contribuyendo a fundamentar o consolidar una cultura de grupo. En su afán por descubrir cómo la neurociencia podía afianzar culturas organizativas, el profesor Paul J. Zak desarrolló en 2004 experimentos para calibrar el nivel de confianza recíproca inducido al inhalar una solución de oxitocina. Esta línea de experimentos, reproducidos despúes por otros investigadores, mostró que estos sujetos presentaban comportamientos de mayor cohesión con su grupo, pero mantenían la hostilidad respecto de extraños. Nacía así el llamado “altruismo parroquial” del que hablaron después los profesores Jung Kyoo Choi y Samuel Bowles de la Universidad de Santa Fe, en los Estados Unidos.

El contagio del bostezo es un ejemplo de conducta empática que no sólo observamos en seres humanos sino también en los primates. Estudiando el comportamiento de las personas en restaurantes, salas de espera y demás lugares de confluencia, se ha concluido que su contagio es mucho más propenso entre amigos y familiares que con el resto de personas. Más inquietantes son los resultados del estudio que publicaron en 2007 el sociólogo Nicholas Christakis y el profesor de Medicina James H. Fowler. Analizando exhaustivamente a la población de Framingham (Massachusetts) constataron que la obesidad se extendía por el tejido social sin fundamento biológico aparente. Concluyeron que si una persona se volvía obesa, las probabilidades de que un amigo también lo hiciera eran del 171%. También confirmaron que el tabaquismo se contagia entre amigos, y que sucede lo mismo con otras circunstancias y sentimientos, incluida la felicidad o la soledad.

El conocimiento mutuo despierta la empatía y abre las puertas al contagio de cuanto bueno o malo albergamos. También explica por qué gestionamos los dilemas éticos que afectan a colectivos lejanos (“no personales”) con mucha mayor laxitud que cuando afectan a nuestro grupo.

El sentimiento de pertenencia a grupo es clave para consolidar valores en lugar de limitarse a imponerlos. Ya lo señaló en 1971 el profesor de filosofía política John Rawls en su Teoría de la Justicia: “cuando se hallan presentes los lazos de amistad y de mutua confianza, los sentimientos morales son más intensos que cuando aquellos están ausentes… dan origen a impresiones de culpa, a causa del incumplimiento de los deberes y obligaciones reconocidos por el grupo”. En este contexto, la ética empresarial gana puntos a pasos agigantados y textos tan relevantes como los Principios de Gobierno Corporativo de la OCDE y del G20 nos hablan claramente de ello. Desde hace años, además, existen herramientas para medirla, como explico en el vídeo número 8 de la Serie sobre a cuestiones habituales de Compliance. Puesto que difícilmente lograremos diseminar la cultura ética y de respeto a la Ley mediante inhaladores de oxitocina, procede liderar desde el ejemplo y afianzar los valores que nos unen, midiendo luego nuestro éxito en este empeño.

Alain Casanovas

Socio responsable de Cumplimento Legal. Especialista en modelos de cumplimiento y prevención penal, Alain es socio de KPMG Abogados desde el año 2000.