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Con harta y penosa frecuencia, me encuentro, en mi labor como Perito Calígrafo judicial, Informes Periciales Caligráficos que, con todo el respeto a los compañeros y las compañeras que los realizan, no merecen dichos dos calificativos (Periciales y Caligráficos) y, lo que es más, ni tan siquiera tal nombre (el de Informes), pues se limitan poco más que a la expresión de meras generalidades sobre pericia caligráfica copiadas de manuales e incluso, más o menos descaradamente, de los Informes de otros compañeros, a la reproducción de unas cuantas fotografías, las más de las veces de mala calidad e, incluso, desenfocadas, sobre las que aparecen, de manera desordenada y anárquica, un enjambre de números y flechas que resultan indescifrables, y, finalmente, a una conclusión final bastante poco fundamentada.

Resulta, también, por desgracia, muy frecuente, y no es, ni muchísimo menos, por casualidad, que muchos de tales denominados Informes se encuentran realizados por personas que acumulan, en su actuar, incluso siendo muy jóvenes, muchas y variadísimas especialidades, que van, por citar sólo algunos ejemplos (los hay de los más variopintos), desde la gemología y la tasación de bienes muebles, hasta la de incendios y la de accidentes de tráfico, pasando por las de informática, pericia caligráfica y grafología, así, todo junto y sin anestesia ni nada.

En bastantes ocasiones, tales personas, en el colmo del descaro, tienen la enorme desfachatez de presumir, en sus “Informes”, de ser diplomadas por tal o cual Universidad en las materias de las que presumen de ser expertos Peritos, para, luego, descubrirse en el Juzgado, durante el transcurso del interrogatorio del acto del juicio oral, a preguntas del Ministerio Fiscal, de los Abogados y/o del propio Juez, que, en realidad, lejos de tener esas titulaciones académicas, no pasaban de acumular meros certificados de haber realizado unos cuantos cursillos lamentables de unas pocas horas lectivas provistos de unas prácticas meramente testimoniales, e, incluso, a veces, simplemente, de meros certificados de simple asistencia a conferencias de uno o varios días seguidos sobre la materia objeto de su pericia.

Es más, a título anecdótico, citaré el caso de una determinada persona (de cuyo nombre todavía me acuerdo, pero que omitiré en un poderoso ejercicio de caridad cristiana), que, en su Informe, presentado en el seno de un procedimiento judicial, a la sazón, y para más escándalo y escanio, penal, decía ser, nada menos, que titular de una Cátedra de Facultad de una afamada Universidad sita en un país del continente americano. Como quiera que, a uno de los abogados que se encontraban personados en los autos de dicho procedimiento, le surgieron serias dudas sobre la verosimilitud de tal dato, el mismo procedió, para comprobarlo, a ponerse en contacto escrito con la Universidad en cuestión, la cual le comunicó, por igual conducto, que esa persona no ostentaba ni había ostentado nunca en la misma tal cargo, resultando, incluso, que no había, siquiera, llegado a formar nunca parte de su plantilla.

De tan triste manera, éstas personas, aprendices de todo, o casi todo, y maestras de nada, carentes muchas veces no ya sólo de formación universitaria sino, incluso, de una auténtica formación básica de cultura general (muchos no saben ni hablar con educación), llegan, con frecuencia, hasta el punto de formar asociaciones generalistas de peritos, alcanzando, por demás, muchas veces, el grado de miembros de sus nada selectas directivas (y no me estoy refiriendo a las asociaciones profesionales de Peritos, tanto generalistas como de especialidades serias y prestigiosas, que, también, hay bastantes, aunque muchos menores en número), que los incluyen, a la vez, en la totalidad o casi totalidad de las listas de peritos de múltiples y variadísimas especialidades que remiten, cada año, a los Decanatos Judiciales de toda su nación.

Sí, se que la triste situación que he descrito puede parecer hasta cómica, pero lo cierto y verdad es que no lo es en absoluto, pues huelga decir el tremendo daño que esta clase de personas generan no sólo a la imagen de los Peritos, sino y lo que resulta, con mucho, bastante peor, a las vidas y haciendas de los y las justiciables que tienen la horrible experiencia de cruzarse con tales supuestos Peritos Calígrafos en el camino de su actuación “profesional” en los Juzgados.

Licenciada Josefa Manuela Gutiérrez.

Perito Calígrafa y Psicóloga.

Fuente: Peritos Calígrafos Judiciales

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