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Los acuerdos transnacionales de empresa fortalecen las relaciones entre empresa y trabajadores en la medida en que se procuran unas reglas claras y estables. Este tipo de convenios llevan firmándose 10 años y ya hay más de 300 identificados en la base de datos conjunta de la Organización Internacional del Trabajo y la Comisión Europea.

Últimamente me siento como un smartphone: cuanto más me actualizo, siento que más lento voy. Y creo que es porque la inundación (vamos a llamarlo por su nombre: avalancha) de información no solo viene acelerando la periodicidad con la que se renuevan los ciclos de noticias, las tendencias de moda o los temas de conversación en redes sociales sino que, por el contrario, afecta también de manera directa a la gestión de las relaciones laborales.

Todos los días (exagero, pero no mucho) tenemos un gurú evangelizando sobre una nueva forma de administrar las relaciones laborales, que si poniendo el foco en la conciliación, que si cambiando el chip para dar entrada al smartworking, que mejor vamos a flexibilizarlo todo y que cada cual se apañe como quiera, que no, que mejor fichamos como en los años sesenta porque lo ha dicho la Inspección, que si priorizar el añadir valor para el accionista, que si cuidar de los trabajadores para que ellos cuiden de los clientes. En fin, una lluvia al gusto de todos, según cojas paraguas o no, que nos expone a convertirnos en veletas axiológicas que defienden unos valores u otros según la tendencia de gestión que esté más de moda.

Y en esta turbulencia, ¿cómo mantenemos el movimiento de cintura empresarial necesario para adaptarnos permanentemente mientras conservamos los pies en la tierra y defendemos lo que queremos defender? ¿Cómo cambiamos hacia nuevas tendencias de gestión y a la vez asumimos compromisos duraderos que nos identifiquen realmente como personas (y como empresas) y cómo los reflejamos? ¿Y qué tiene que ver esto, se preguntarán, con las relaciones laborales?

La solución, en un marco globalizado en el que un buen porcentaje de empresas, tras los años de crisis, se vio obligado a mirar más allá de las fronteras para poder expandirse o incluso sobrevivir, pasa hoy en día por entender qué son los acuerdos transnacionales de empresa (ATE) y cuál es su invaluable utilidad. No se trata de meras declaraciones de

principios o de un convenio colectivo descafeinado que prevea únicamente cuestiones genéricas. Los ATE son instrumentos negociados y acordados entre representantes de la empresa y de los trabajadores para reflejar, a nivel trasnacional (al margen de jurisdicciones y legislaciones aplicables), aquellas cuestiones que regulan las relaciones laborales de manera transversal, cuestiones inamovibles al margen de las tendencias, los principios que constituyen el núcleo duro de las relaciones laborales sin importar la jurisdicción aplicable, las personas que dirijan la organización, las tendencias de gestión e incluso los mínimos legales que existan en cada país.

De este modo, la firma de un ATE fortalece las relaciones entre empresa y trabajadores en la medida en que se procuran unas reglas claras y estables que van a regir las desavenencias diarias (incluso durante la negociación de otros convenios o acuerdos entre las partes) y además permite, entre otros:

  • Ampliar el marco de la responsabilidad social corporativa, involucrando así estándares generales de gestión de relaciones laborales en todos los ámbitos de la gestión empresarial, esto es, haciendo partícipes de su cumplimiento a todas las áreas de la empresa y no solo al muy sufrido departamento de relaciones laborales (asiduo lector de este blog).
  • De este modo, integrar el ATE dentro de las políticas de gobierno corporativo, con la misma relevancia y jerarquía que otras políticas clave para la gestión empresarial, tales como las de prevención de blanqueo de capitales, gestión de proveedores, prevención de delitos, etc.
  • Garantizar a terceros que la gestión de las relaciones laborales se realiza con base en estándares estables e inamovibles, no sujetos a simples cambios de criterio en el día a día y que, al haber sido puestos en común con los representantes de los trabajadores, contribuyen a la paz social estructural en la empresa a nivel mundial.
  • Mantener mínimos estables que garanticen que los objetivos de la sociedad, más allá de sus objetivos numéricos, se cumplen de forma transversal independientemente del lugar y circunstancias en las que se encuentra, contribuyendo de tal manera a estandarizar en Europa e incluso a nivel global dichos estándares. Mínimos como la igualdad de género, la retribución digna, la abolición del trabajo infantil, la no discriminación en todas sus formas, entre otros de vital importancia, deben necesariamente formar parte indeleble del ADN empresarial (muchos, además, coinciden con el marco normativo, al menos en Europa), dando paso a la adiciónde otros interesantes valores a esa secuencia genética empresarial, tales como, por ejemplo, la constante formación de los trabajadores, la apuesta por el impulso de las nuevas tecnologías, el incremento constante de la diversidad en todas sus formas, el cumplimiento de los límites a la jornada, la existencia de una retribución no solo digna sino competitiva, entre otros.

Suena a ciencia ficción, sí. Un acuerdo internacional, negociado con los representantes de los trabajadores y para regular temas como la jornada. ¡Qué inalcanzable parece! Y aun así este tipo de acuerdos lleva firmándose durante más de 10 años y existen ya más de 300 acuerdos transnacionales identificados en la base de datos conjunta de la Organización Internacional del Trabajo y la Comisión Europea, suscritos en todo tipo de sectores y regulando cuestiones tan variadas como las pensiones, los procesos de externalización, la medición de la eficiencia laboral o meras declaraciones de principios (en las versiones más simples de los ATE).

No estamos hablando de subirse a la nueva tendencia. Ni de hacer un lavado de cara para salir en el último ranking. Hablamos simplemente de acordar y documentar los valores e ideales que identifican y diferencian el trabajo que hacemos, aquellos que verdaderamente identifican nuestros ideales (y los de nuestras contrapartes) y que superan las exigencias mínimas exigidas por la normativa básica, dando en el camino visibilidad a la hoja de ruta y al objetivo perseguido. Y todo esto también tiene que ver con la gestión de las relaciones laborales y los acuerdos transnacionales de empresa que, lo queramos o no, van a adquirir cada vez más protagonismo en el mundo globalizado e interconectado en el que vivimos.

Felipe Ochoa

Departamento Laboral de Garrigues

Fuente: Garrigues Abogados

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