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Es evidente que la tecnología está revolucionando el mundo del trabajo. Uno de los fenómenos más disruptivos en este sentido ha sido el de la gig economy, concepto referido a una nueva forma de trabajo donde oferente y demandante contactan online, a través de plataformas digitales, para la contratación de encargos esporádicos. Ante esta nueva realidad, el sindicalismo digital ha reaccionado, por ejemplo, en Reino Unido, enfrentándose en los tribunales a algunas de estas plataformas colaborativas. Es el caso de GMB contra Uber o de IWGB contra CitySprint -entre otras empresas de mensajería-. Ambos procedimientos concluyeron en sendas sentencias judiciales, de finales de 2016 y principios de 2017, que declaran la existencia de relación laboral entre las demandadas, y conductores y mensajeros, respectivamente.

La Confederación Europea de Sindicatos (ETUC) ha manifestado asimismo su preocupación por la extensión del trabajo digital precario, y sindicatos de Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca y EEUU han suscrito recientemente el conocido como Documento Frankfurt, relativo al trabajo basado en plataformas, que califican de “feudalismo digital”, donde denuncian la precariedad inherente a la economía colaborativa.

Este Documento pone sobre la mesa una cuestión interesante: los sindicatos reclaman el derecho a organizarse para los trabajadores de plataformas digitales e incluso a participar en la dirección de las mismas.

En la medida en que la gig economy ha redefinido la figura del trabajador, parece imprescindible reinventar sus estructuras y herramientas de organización colectiva, un reto todavía pendiente de abordar.

En este sentido, en unas recientes jornadas organizadas por el European Trade Union Institute (ETUI) bajo el título Shaping the new world of work. The impacts of digitalisation and robotisation, varios de los paneles fueron dedicados precisamente a analizar las posibilidades de organización y representación de los trabajadores en la nueva economía digital. Los ponentes subrayaron los desafíos sindicales que planteaba la digitalización –la necesidad de identificación de los online workers, de redefinir las estrategias de negociación en un entorno digital y transnacional, y de reconciliar los intereses de autónomos y trabajadores– así como las oportunidades que ofrecía: la internacionalización de redes y campañas contribuiría a reforzar la acción sindical local.

A pesar de lo incipiente de este fenómeno y de la indeterminación en la respuesta sindical, en los últimos tiempos ya han ido surgiendo nuevas formas de organización no convencionales, fundamentalmente en EEUU, entre las que cabría destacar las siguientes:

  • Plataformas de peticiones.
    • Plataformas como Coworker.org permiten a individuos y grupos lanzar y unirse a campañas con el objetivo de mejorar sus condiciones de trabajo. Coworker.org provee herramientas tecnológicas, consejo y apoyo a los trabajadores en la gestión de sus campañas. Un ejemplo de éxito es el de los trabajadores por horas de Netflix, que recabaron firmas online reclamando el derecho a los mismos permisos de trabajo reconocidos a los trabajadores asalariados.
  • Redes sociales.
    • Las redes sociales pueden constituir un sindicalismo digital poderoso, teniendo en cuenta su capacidad de difusión y convocatoria, y el daño reputacional que una campaña viral puede llegar a infligir a una empresa. Buen ejemplo de ello es la campaña OUR Walmart, en 2012, que, con origen en las redes sociales, consiguió importantes aumentos salariales para los trabajadores de la cadena de supermercados estadounidense.
  • Foros de reunión.
    • Las nuevas tecnologías no sólo permiten a los trabajadores de la gig economy denunciar y reclamar, sino también poner en común sus experiencias. Ejemplo de ello es el foro r/mTurk, en Reddit, o el buscador Turkopticon, mediante el que los trabajadores de Amazon's Mechanical Turk, originalmente independientes y desorganizados, pueden comentar su trabajo y evaluar a sus clientes, de forma que otros trabajadores conozcan a cuáles conviene evitar. En Alemania, el sindicato IG Metall está desarrollando una herramienta similar denominada FairCrowdWork, basada en Turkopticon.
  • Cooperativismo digital.
  • Frente a la precariedad imperante en determinados sectores laborales, están surgiendo cooperativas digitales con plataformas propias que ponen en contacto directo a trabajadores y clientes, evitando así los costes de intermediación. Ejemplos de ello son Coopify, una nueva cooperativa de trabajadores domésticos en Nueva York, o Loconomics Cooperative, una plataforma similar que ofrece servicios variados en San Francisco.

En ocasiones, son incluso las propias plataformas intermediarias las que se han movilizado en aras de garantizar unas condiciones de trabajo justas. Es el caso de Testbirds, que publicó un código de conducta para el trabajo colaborativo que reconoce, entre otros, el derecho a la privacidad, a una comunicación transparente y a una remuneración adecuada. Otras como Clickworker y Streetspotr se han unido a la iniciativa.

Seguiremos atentos al desarrollo de nuevas alternativas de organización de los trabajadores que busquen dar respuesta a los retos planteados por la nueva economía digital, y a las transformaciones que ésta pueda comportar sobre los sindicatos tradicionales.

Fuente: Cuatrecasas, Gonçalves Pereira

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