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En tiempos de crisis, las 'startups’ camello, aquellas que no requieren de una inversión constante, han ganado presencia en el mercado. Analizamos sus ventajas y su encaje en el entorno emprendedor, ahora y también cuando amainen los efectos económicos de la pandemia generada por la expansión del COVID-19.

Todo conocedor del mundo del emprendimiento ha oído hablar de los unicornios: aquellas startups que alcanzan, de una manera relativamente rápida, un valor superior a 1.000 millones de dólares, según una definición que parece tener su origen en Sillicon Valley.

Algunos menos conocen los centauros, los ponys (según alcancen los 100 o los 10 millones de valor) o los dragones.

Pero no hace mucho tiempo que se han ganado un puesto en el ecosistema emprendedor, las startups camello. Este término lo acuñó Alex Lazarov de Cathai Investment quien previó un descenso en la actividad de Sillicon Valley en 2017.

¿A qué responde esta denominación? Hace referencia a las startups capaces de “cruzar el desierto” con necesidad de muy poca o ningún agua. Es decir que no requieren de una inversión constante, que es el motivo por el que, durante 2020 y como efecto de la pandemia y la correspondiente contracción en la inversión, ganaron presencia en el mercado.

Son empresas emergentes que, como todas, tienen como objetivo el crecimiento, pero manteniendo como prioridades, la supervivencia y la rentabilidad.

Se caracterizan por un mayor control de los gastos de forma que guarden una correlación eficiente con los ingresos; por estar preparadas ante las amenazas; por un compromiso con el largo plazo y los clientes; y por la aportación de valor a los productos, con un compromiso constante con el cliente.

Pero no renuncian, en absoluto, al crecimiento. De lo contrario, no podrían ser una subespecie de las startups. Tampoco tienen una aversión a la inversión por parte de terceros, si la necesitan en algún momento o si se les ofrece, pero sin perder de vista sus características como empresas camello.

En resumen, se ocupan con mucha atención, de la gestión de sus recursos.

Algunos ejemplos

Dos ejemplos de camellos son Zoom Y Grubhub, que comenzaron su andadura creciendo de forma sostenible y solo buscando el capital que estrictamente necesitaban. Actualmente son dos empresas gigantes. Prueba irrefutable de que a los camellos les gusta crecer.

La combinación de alguna situación de optimismo desbordado (sobre todo en los valores asignados a algunos unicornios, como los casos de Uber, Lyft o el más llamativo de Wework) junto con la aparición del COVID-19 en 2020, ha empujado a este tipo de empresas camello al centro de atención del mercado, al ser, de algún modo, objetivos menos agresivos y, por tanto, algo más seguros

Son capaces de sobrevivir en tiempos complicados, lo que favorece el interés por ellas en estos momentos al seguir un modelo más estable sin renunciar nunca al crecimiento que se produce de forma más controlada.

¿Quiere esto decir que se está perdiendo la esencia de las startups, al renunciar, parcialmente a crecer? Definitivamente, no. Simplemente, ha aparecido una subespecie que acompaña en el mismo terreno a otros tipos de animales, siendo igualmente atractivas para los inversores, aunque con un comportamiento más seguro.

Tampoco van a sustituir o eliminar a los otros tipos, que recuperarán posiciones con la desaparición de la crisis sanitaria y sus secuelas económicas. Si bien los fondos y los family offices han reducido sus volúmenes de inversión en 2020 respecto a 2019, de forma generalizada, el dinero sigue muy barato y hay mucha liquidez en la economía, lo que sin duda provocará un incremento de la inversión una vez que la pandemia se encuentre controlada.

Sería muy fácil decir que los unicornios son mitos y los camellos, animales reales, pero no todo es así de simple. En cuanto el COVID-19 remita, volverá el interés por los unicornios y seguro que se mantendrá también por los camellos. Simplemente se ampliará la variedad de objetivos a los que prestar atención por parte de los financiadores.

Los fondos, los asesores, incubadoras, aceleradoras y abogados tenemos que tener en cuenta este fenómeno para ser capaces de adecuar nuestras actividades a los intereses de las diferentes especies dentro del zoo de la raza de las empresas emergentes, pues está claro que sus necesidades van a ser algo diferentes así como el resultado que de ellas se puede esperar.

Trabajos como las due diligences o análisis de los planes de negocio de ambas serán muy similares, así como los acuerdos de socios, las stock options o las bases de las rondas de financiación, pero no lo serán tanto las necesidades de financiación propiamente dichas o las previsiones de salida.

Incluso puede que se diversifiquen, asimismo, los tipos de financiadores, apareciendo fondos dedicados de forma más específica a unas u otras o family offices más interesados en unicornios o camellos.

El mercado lo dirá pronto, pero estamos convencidos de que los camellos han venido para quedarse, aunque haya a quien no le parezcan realmente startups o no sientan un interés suficiente en ellos.

En cualquier caso, tenemos que estar preparados para ello y adaptarnos de forma adecuada a sus características para apoyarles en sus necesidades que, como hemos resaltado, van a ser, en parte, diferentes alas de las startups tradicionales.

Ana Ramírez y Ramón Trénor, Garrigues Nueva York.