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En un artículo anterior explicábamos en qué consiste el llamado “modelo austriaco” (o “mochila austriaca”) de indemnización por despido, basado en aportaciones económicas mensuales progresivas efectuadas a favor del trabajador y acumuladas por éste a lo largo de su relación laboral. Asimismo, destacábamos las diferencias entre dicho modelo y el sistema vigente en la actualidad en España, que se funda en una indemnización a calcular en función del salario y antigüedad del trabajador en el momento de la extinción contractual.

Obviamente, un análisis pormenorizado del impacto del citado “modelo austriaco” requeriría conocer la configuración definitiva de su implementación en España sustituyendo el sistema actualmente vigente, hecho que todavía no se ha producido al tratarse de una mera propuesta programática de algunos partidos políticos. Sin perjuicio de ello, nuestro objetivo hoy es efectuar una breve exposición de las ventajas e inconvenientes que tal modelo supone conceptualmente.

Pues bien, desde la perspectiva del empleador, el “modelo austriaco” implica que, a la hora de amortizar puestos de trabajo, las empresas no tengan que valorar a qué empleados despiden en función del coste que tal extinción contractual va a conllevar. La indemnización ya está “pagada” ya que se ha ido acumulando durante toda la relación laboral. Ello reduce la inseguridad e incertidumbre respecto a los costes de la empresa a futuro.

Desde la perspectiva del trabajador, la “mochila austriaca” también contiene aspectos positivos. Por un lado, le proporciona una mayor certidumbre y seguridad frente a un posible despido ya que puede efectuar un seguimiento progresivo del importe que se va acumulando a su favor y, al estar incluido en un fondo especial, puede tener una mayor certeza de su percepción en caso de insolvencia o concurso de su empleador. Por otro lado, el hecho de que el trabajador pueda percibir su “mochila” no sólo en supuestos de despido, sino también si decide jubilarse, cambiar de trabajo o emprender un negocio como autónomo, puede facilitar su movilidad laboral y la reorientación de su carrera. Al fin y al cabo, es una forma de ahorro. Finalmente, puede articularse un sistema sin límites a esa posible “mochila” que se constituye por las contribuciones efectuadas a favor del trabajador y los rendimientos que la misma haya podido generar a lo largo de los años.

Ahora bien, hemos de ser conscientes de que, frente al sistema existente en España, el “modelo austriaco” genera un coste recurrente que puede ser adicional al salario, lo que supone, sin duda alguna, su principal inconveniente. Así, dicho coste ha de ser asumido, o bien por el empleador, incrementando sus gastos y reduciendo su competitividad, o bien por el trabajador, reduciendo su salario y su capacidad adquisitiva actual.

Ignacio Esteban