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We Work es la empresa de moda en el mundo financiero. Con el objetivo de cotizar en el NASDAQ planeó una salida a bolsa en la que la controversia no ha parado de aumentar.

Se trata de una empresa fundada por Adam Neumann que se dedica principalmente a alquilar espacios bonitos pero simples, como ellos los llaman, para que empresas y trabajadores puedan utilizarlos durante el período de tiempo que soliciten. Esto permite flexibilizar el alquiler de espacios físicos y aumentar o disminuir la demanda en función de las necesidades de la empresa o de los trabajadores.

La entidad sostiene que esencialmente es una empresa tecnológica que se encarga de poner en contacto a personas con necesidades en común. Con este a trata de recordarnos a algunas de las mayores empresas del mundo como son Alphabet, Amazon o Microsoft.

Sin embargo, el conjunto de los inversores parece no haberse creído las afirmaciones de esta compañía. La oferta pública de venta (OPV) ha sido un fracaso, la empresa ha cancelado su salida a bolsa y, por el momento, Softbank se ha revelado como el último apoyo financiero que cree en el proyecto. Pretendía obtener una valoración de 47 mil millones de dólares y ha caído hasta menos de 8 mil millones.

Pero entre estos vaivenes financieros, queremos rescatar una historia llamativa que destaca la importancia de no despreciar el patrimonio marcario.

El 14 de agosto de este año We Work hizo público un documento en el que se recogían, entre otras muchas cuestiones, las transacciones hechas a favor de los administradores, requisito para salir a bolsa que busca evitar un fraude a los accionistas minoritarios. En él se declaraba cómo Adam Neumann (a través de una sociedad) había vendido por 5.9 millones de dólares la marca “WE” a la propia compañía.

Cuando esto salió a la luz, todos los medios se hicieron eco de semejante artimaña. Tal fue su difusión que el 3 de septiembre, en otro comunicado a la SEC, We Work aclaró que por iniciativa propia, Adam Neumann había devuelto tal cantidad de dinero.

El registro de una marca bajo el nombre de los administradores o del fundador no es una situación tan inaudita como pudiera sugerir la relevancia de este caso. No es raro que por comodidad o desidia las marcas queden registradas a titularidad de los altos cargos de la sociedad. Cuando se trata de pequeñas sociedades familiares o unipersonales, es posible que no se produzca un gran daño; sin embargo, en el momento en el que el número de socios aumenta, el perjuicio potencial crece. Ello coloca a los partícipes en una situación peliaguda que puede traer graves consecuencias, como se puede apreciar en el caso expuesto. Casi 6 millones de euros fueron transferidos al Sr. Neumann y si no hubiera planeado esta infructuosa salida a bolsa, esta noticia no hubiera transcendido y no habría sido revocada.

Este ejemplo nos permite ver la importancia de ser previsores y honestos a la hora de gestionar la propiedad sobre los activos intangibles de una empresa. Una pequeña imprevisión, acompañada de un mal asesoramiento o de mala fe, puede ocasionar daños graves en el patrimonio o en la reputación de una sociedad. Así que tengan cuidado y manténganse ojo avizor, pues la reputación es lo que diferencia a una empresa exitosa, que alcanza sus objetivos, del resto de sus competidores.

José Lanzas Romero