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La pandemia ocasionada por el COVID-19 ha hecho mella en muchos sectores de la sociedad (sanitaria, económica, industrial, educación, etc.).

Recientemente, CONSULTORIA EN PSICOLOGIA LEGAL Y FORENSE – Dr. Bernat-N. Tiffon ha ido recibiendo, de manera más acusada, un cierto tipo de consulta relacionada con clientes que desean iniciar procedimiento legales.

El contexto anteriormente definido no debería ser en absoluto inusual.

No obstante, y aquí radica su singularidad, es que quienes originan la demanda son sujetos que desean llevar a cabo sus procedimientos (judiciales) sufriendo de trastornos psicóticos (sea en modo de esquizofrenia, sea en modo de trastornos de ideas delirantes o de trastornos bipolares con sintomatología psicótica, por ejemplo y entre muchos otros tipos de trastornos psicóticos).

Sujetos que sufren trastornos mentales, tampoco debería ser motivo de “sorpresa”, dado que (lamentablemente) hay gente quienes la padecen.

Lo que viene a ser singular, sobre todo para este tipo de colectivo de pacientes que sufren de esta patología mental, es el aumento en la frecuencia de visitas y/o consultas de esta tipología de clientes. Y ello se explica del siguiente modo: los sujetos psicóticos (principalmente graves) son pacientes costosos y de difícil vinculación a terapia psicofarmacológica. No suelen adherirse de manera consciente o voluntariamente (“de buena gana”, si se me permite la expresión coloquial). Para estos casos, el apoyo social de los familiares de 1er. orden alcanza envergadura de importancia personal para que sus enfermos —que adolecen de este tipo de trastorno— puedan vincularse al tratamiento psicofarmacológico y puedan mejorar la fenomenología clínico-sintomatológica de base psicótica o, al menos, apaciguarla y que aflore lo menos posible.

Los psicóticos que carecen de apoyo social familiar son los más vulnerables, más frágiles y los más expuestos a que la sintomatología psicótica se manifieste de manera más abrupta y evidente (lo que se denomina como “descompensación psicótica” o “psicosis reactiva”). Y, la intervención médica, así como de los distintos operadores sanitarios que intervengan, tendrán una gran dificultad en la intervención de este tipo de enfermo mental.

Es decir, y al hilo nuclear de todo lo expuesto con anterioridad, un confinamiento de más de 2 meses (tal como hemos vivido a raíz de la pandemia) sin que el paciente psicótico haya presentado una vinculación o una adhesión al tratamiento antipsicótico está más expuesto a una previsible descompensación psicótica, en contraposición del enfermo mental que sí ha mantenido rigurosamente su adhesión al tratamiento médico-psicofarmacológico.

De ahí que radica que el aumento de la afluencia de clientes en los despachos de los Abogados y que quieren iniciar sus procedimientos jurídicos, lo hacen desde desde el influjo de un contenido de pensamiento nocivo y patológicos de sus delirios y/o alucinaciones.

La estructura de pensamiento de un sujeto que sufre de psicosis (en crisis, descompensación psicótica o también llamado en término coloquiales, “brotado”) sea en forma de trastorno grave o en sea en forma de trastorno de personalidad, es rígida y casi indeleble; por lo que el Abogado ha de ser lo suficientemente hábil como para poder conseguir de su cliente el que desista de sus pretensiones. Y todo ello a efectos de responder a unas premisas de actuación profesional básicas: economía de trabajo, economía de implicación emocional en el asunto jurídico, economía monetaria en la figura del cliente y, por último —pero no menos importante—, en el prestigio del propio Abogado (y del Perito experto en Salud Mental que quiera contratar). El prestigio que se juega, dado que se trataría de llevar a cabo un procedimiento que —a ciencia cierta— se sabe que perderá el cliente, si lo versado en la denuncia es fruto de las ideas trastornadas de un delirio y/o alucinatorias (o alteración de los sentidos) que le priva al sujeto del buen contacto con la realidad circundante.

Expresiones lingüísticas tales como las siguientes: “Me persigue alguien…”; “Me han hecho daño…”; “Han puesto micrófonos debajo de las mesas de mi casa o dentro de las migas del pan…”; las siguientes preguntas (aclaratorias) han de ser del tipo: “¿Quién le persigue…?; “¿Quién le hace daño…?, “¿Quién le ha puesto micrófonos…?” (respectivamente). Las respuestas a estas preguntas son siempre vagas, imprecisas, difusas y evasivas; y nunca se llegará “al agua en claro” a esto.

De no haber existido la pandemia que este año 2020 hemos sufrido todos (y aún lo estamos sufriendo a fechas de hoy), es posible que no hubiera existida un aumento en la frecuencia de consultas de este tipo de colectivo de pacientes-clientes (de base psicótica) en los Despachos de Abogados, ni tampoco en los despachos especialistas en Psicología Forense y Criminal.

Fuente: Consultoría en Psicología Legal y Forense - Dr. Bernat-N. Tiffon

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