Togas.biz

Es fórmula incuestionable que la sociedad muta cada vez a una mayor velocidad, hasta el punto de que las máquinas van a conseguir acelerar el nivel de vida del ser humano, afectando a la calidad de éste en un sentido positivo (se consiguen los objetivos antes) y negativos (perjudiciales para la salud y la privacidad).

Una sociedad con sus dispositivos interconectados y con hogares inteligentes suponen un entorno particular capaz de generar una información inasumible por el ser humano, dadas sus limitaciones. Podemos decir que la tecnología del big data o internet de las cosas supone una intrusión violenta en la vida del ser humano, que puede dar lugar a problemáticas de una difícil solución, pues se confrontan con derechos fundamentales de, en principio, muy difícil renuncia, como lo es la privacidad.

Las redes sociales, la facilidad con la que entregamos datos para la compra on line, o incluso para acceder a un edificio, el uso masivo de información en grandes volúmenes de fuentes y a gran expansión y velocidad de las comunicaciones son puntos muy contradictorios con la privacidad que deseamos todos los seres humanos. Revelamos información sobre nuestros gustos y preferencias, lo que según en qué casos, supondrá un recepción masiva de publicidad informativa no deseada sobre productos relacionados con esos gustos.

Nos atreveríamos a decir que en la mayoría de los casos se reenvía información sobre preferencias que no se han trasladado por el particular de forma consentida expresamente. Esa información es utilizada con una absoluta pérdida de control por el ciudadano medio.

Pongamos un ejemplo sencillo: cuando nuestro dispositivo inteligente asociado al frigorífico detecte que no tenemos leche sin lactosa y dé instrucciones al ordenador de compras de un supermercado, indicándole la hora en la que podrán pasar a distribuir el producto, supondrá a sensu contrario que a horas distintas no habrá nadie en casa, información que podrá ser utilizada por los amigos de lo ajeno para visitar nuestro hogar cuando esté deshabitado.

Multipliquen el riesgo del peligro de los actuales dispositivos principales: tablet, móvil, ordenador, por los que en breve serán inteligentes: lavadora, lavavajillas, televisor, cafetera, aire acondicionado…y concluiremos necesariamente en que a la vez multiplicamos la información que otorgamos a terceros sobre nuestras debilidades.

¿Merece la pena pues subirnos al carro de internet de las cosas a costa de nuestra privacidad?. La respuesta no merece mucha reflexión, ya que da igual, esto no hay quien lo pare…

Rafael Jiménez Díaz