Aseguraba el erudito del siglo XIX Edward Payson Evans que “el criminal es simplemente un salvaje perdido en una comunidad civilizada, que ignora las concepciones éticas y los desarrollos culturales de años”. Atribuía su propensión delictiva a los “poderes de la creación”, pero también al “temperamento, clima, comida, organismo, entorno y a otras influencias prenatales y postnatales”. Decía que “la insanidad moral significa una disfunción de las percepciones morales… que no implica un quiebro de las facultades intelectuales”. Aunque son planteamientos muy superados, es cierto que las conductas irregulares obedecen a muchos motivos, y conocerlos determina también el éxito de compliance.
El célebre economista del siglo XVIII Adam Smith aseguraba que una de las características que nos hace humanos es la de renunciar a una recompensa inmediata para conseguir una mayor en el futuro. Tal vez compliance está llamado a “humanizar” a las organizaciones desde esta perspectiva tan clásica, afianzando culturalmente que determinandas decisiones cortoplacistas ponen en peligro a la organización y sus personas. En el año 2004 se publicó un estudio liderado por el psicólogo y profesor en la Univesidad de Princeton Joshua D Greene, que situaba esta capacidad cognitiva en la región frontocortical de nuestro cerebro.
Por otra parte, un estudio intensivo en el diagnóstico por la imagen impulsado en el año 2005 por el científico Yaling Yang ilustró el fracaso en reprimir la propensión a la mentira y al engaño en personas con atrofias en dicha región cerebral. Por lo tanto, tal vez nuestra capacidad individual de sacrificio o represión no es solo una cuestión cultural sino también biológica.
Apunta el profesor de biología en la Universidad de Stanford Robert Sapolsky que personas jóvenes, con el lóbulo frontal inmmaduro, muestran propensión a asumir mayores riesgos. Por eso durante la juventud se adoptan decisiones arriesgadas que, vistas restrospectivamente, no se tomarían jamás. ¿Quién no recuerda con horror algunas locuras de juventud?
Debido a lo anterior, organizaciones con personal directivo joven podrían observar mayor propensión a la asunción de riesgos que otras. En relación con el resto del equipo, los jóvenes se hallan más expuestos al contagio social, dejándose llevar por el comportamiento del grupo con el que se identifican. Todo ello aconseja centrar el esfuerzo en la faceta cultural de la población, como contrapalanca ante determinados sesgos inducidos por la edad.
El estudio del año 2014 que publicaron los investigadores Nathaniel E Anderson y Kent A Kiehl en 2014 sobre psicópatas criminales ilustra también un descenso en la actividad del lóbulo frontal de su cerebro. Poco antes, en el año 2013, los investigadores Andrea Glenn, Alejandría K Johnson y Adrian Raine ya habían identificado un número estadísticamente relevante de personas encarceladas por crímenes violentos que presentaban precedentes de trauma por contusión en el lóbulo frontal. Parace ser que esa parte cerebral guarda relación con la capacidad de auto-represión y sentimiento de culpa. Identificar estos escenarios no es fácil, pero cabe mantenerse alerta sobre la sintomatología que presentan, en forma de poco respeto a las normas y ausencia de arrepentimiento.