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La abogacía, junto con otras profesiones, es unas de las actividades que pueden desaparecer próximamente con la aparición de la Inteligencia Artificial (IA).

Esta manifestación se repite por algunos expertos y, en concreto, es lo que aseveran los propios creadores del ya famoso ChatGPT. Existen publicadas en la red entrevistas realizadas al propio programa en el que se le pide que cite las 20 profesiones concretas que van a desaparecer debido a la inteligencia artificial y el programa señala en la destacable posición 15ª a la de abogados (después de la de determinados conductores, profesores, contables y analistas financieros, entre otras honrosas profesiones).

Las razones se basan en la reiterada campaña de que el enorme potencial que tiene la inteligencia artificial significará ineludiblemente que los abogados serán reemplazados por máquinas.

Es indudable que la IA ha venido para quedarse y está conquistando cada día nuevos y más diversos sectores y usos que pretenden mejorar la calidad de vida de las personas.

La eficacia que puede conseguirse aplicando esta nueva metodología permite automatizar procesos complejos y otorgar soluciones rápidas y ágiles a determinados problemas en los que el ser humano se ve impedido o que su consecución le comporta una gran dedicación de tiempo.

Pensemos en varios sectores, pero especialmente en la banca, los seguros, turismo y ocio, energía, transporte y logística, telecomunicaciones, educación y un largo etcétera, en los que esta herramienta puede ser resolutoria en situaciones de tratamientos de datos masivos, su segmentación, la optimización de los recursos, etc.

Y la aparición de la IA es una etapa evolutiva que en absoluto los abogados deben menospreciar o ignorar. Es evidente que la IA es una herramienta que permite localizar y resumir grandes cantidades de datos de información que ayudaran al abogado a organizar y soportar los aspectos técnicos y documentales de su trabajo, a automatizar trabajos rutinarios y repetitivos como la revisión de documentos y la investigación y cribaje de información, su clasificación, la creación de alertas, la redacción de escritos tipos, la corrección de errores, la eliminación de tareas administrativas, etc.

En definitiva, ha de servir para mejorar la accesibilidad y la eficiencia de los servicios jurídicos mediante la liberación de los abogados de tareas repetitivas para que, de esta forma, se centren en trabajos más importantes, de forma que así mejoren sus prestaciones, su eficiencia, su precisión y, en definitiva, la calidad de su trabajo.

Sin embargo, en algunos campos, los abogados creo que tenemos todavía el reto de ponerle las cosas difíciles a la máquina. Considero que existen, hoy por hoy, actuaciones y servicios que presta un abogado que son difícilmente reemplazables por la IA.

Está claro que disponer de un análisis exhaustivo y milimétrico de las soluciones que nos puede facilitar la IA ante un determinado caso, será de franca utilidad y, como decía, ayudará absolutamente al desarrollo de la actividad de los abogados, pero existen otros aspectos esenciales que una máquina todavía no puede ofrecer.

Imaginemos situaciones habituales en el campo del asesoramiento como puede ser una negociación entre dos partes, donde defendemos la postura de nuestro cliente, por ejemplo, o en una operación de compraventa o bien en una situación de conflicto de socios o una negociación para la mejora de un contrato, o incluso en la planificación en la sucesión de una empresa familiar.

El papel del abogado y su intervención comportan el ejercicio de habilidades y competencias humanas que la IA no puede reemplazar.

La comunicación e interrelación humana permite conocer las circunstancias en cada momento de la persona que se tiene delante (bien sea del cliente o de la otra parte). No solo se trata de conocer la ley aplicable, sino que pueden existir circunstancias y motivaciones (algunas primarias, otras ocultas que surgen posteriormente) que comportan que el abogado deba reaccionar y enfocar en cada momento su trabajo en un sentido u otro.

El rol del abogado en su papel de defensa de los intereses del cliente es sumamente relevante cuando al otro lado existe otra persona, como puede ser en una negociación. ¿Cuántas veces se han cerrado acuerdos que en principio parecían inalcanzables, pero donde la sintonía constructiva de los abogados de ambas partes ha facilitado sin duda el acuerdo con el consiguiente éxito para las partes interesadas?

El elemento personal y humano que ofrece una persona no puede ser sustituido por un programa. El asesoramiento y la solución jurídica para el cliente muchas veces depende de la percepción y de la interacción entre abogado y cliente. Saber escuchar, saber opinar, entender cuáles son los antecedentes personales de esa persona que solicita ayuda o asesoramiento son elementos subjetivos que ayudan a orientar y perfilar en cada momento el consejo del abogado hacia su cliente y que conducen hasta la resolución y terminación de la petición.

En asesoramientos en materia de conflictos societarios, por ejemplo, no basta con conocer la ley y la jurisprudencia que permite orientar al cliente en los procedimientos que debe seguir y los derechos que le amparan. En muchas ocasiones los aspectos personales, incluso familiares, de aquellas relaciones entre socios surgen a la superficie de una negociación y el abogado tiene que entenderlas para de esta forma encontrar una solución para su cliente adecuada a cada circunstancia y que no siempre puede ser la que en principio aplicaría según ley.

En un proceso de sucesión de empresa, donde hay una confluencia entre intereses y preocupaciones y objetivos personales y, en muchas ocasiones, familiares, la empatía, proximidad y capacidad de comprensión de un abogado a la hora de oír y entender las distintas posturas y emociones humanas es incompatible con la IA.

Imaginemos una situación más extrema. Imaginemos el asesoramiento que puede ofrecer un abogado en relación con un accidente de tráfico o de trabajo. No alcanzo a imaginar cómo pueden sentirse los familiares que precisen asesoramiento y cuyo interlocutor sea un robot o un chat inteligente.

La IA tampoco puede sustituir actualmente a los abogados en los tribunales. De entrada, las normas procesales no están adaptadas para su uso en tribunales y todavía falta para que un cliente sea representado en un juicio por una máquina.

Por lo demás, la IA aun no es capaz de plantear argumentaciones jurídicas como haría un humano para encontrar la forma óptima de hacer frente a un juicio. En actuaciones en sede judicial en las que factores tan subjetivos como son la pericia, el instinto, la improvisación y el sentido de la oportunidad del abogado, entre otros, son esenciales a la hora de lograr el objetivo pretendido.

Lógicamente ese abogado que disponga de esas aptitudes y que haya obtenido un excelente soporte técnico mediante la IA, tendrá a su mano lograr un buen resultado para los intereses de un cliente.

Pero bastante mala fama tenemos ya los abogados como para que la sociedad entienda que en un juicio donde un cliente se juegue una decisión muy importante, un despacho opte por enviar a un robot.

En conclusión, creo sin duda que la aparición de la IA significa un cambio de paradigma en el trabajo del abogado y permitirá mejorar sus servicios en términos de eficacia y calidad procurando la información esencial que ha de servir de soporte. De esta forma, el abogado experimentado podrá dedicarse a la estrategia y al diseño de la operativa legal, a la redacción exacta del acuerdo pretendido por las partes y en definitiva al contacto personal y entendimiento humano con su cliente que le permitirá ir un paso más allá de lo que se consigue con la tecnología.


Adolfo Soria, Socio del área Legal

Experto en derecho societario, fusiones y adquisiciones y llevanza de Secretarías de Consejos de Administración de sociedades

Fuente: BDO Abogados y Asesores Tributarios, S.L.P.

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