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Parece que, si alguna hecatombe no lo remedia, dentro de pocos días tendremos nuevo gobierno de España y, lamentablemente, de nuevo desde Catalunya perderemos una ocasión de oro para mejorar nuestra posición dentro del marco español, debido a las maximalistas posturas de los partidarios de la independencia.

Vaya por delante que no deseo entrar en un debate a favor o en contra del independentismo, ya que entiendo que todas las posturas son legítimas, sino acerca de la estrategia de los partidos independentistas en sus relaciones con los poderes del estado que, me temo, van a provocarnos a los catalanes, al menos a corto y medio plazo, mas perjuicios que beneficios, al perseguir lo imposible, dejando de lado la máxima Aristotélica de que la política es el arte de lo posible.

Aún resuena en mi cabeza la conferencia de Alex Salmond en Barcelona de hace unos meses cuando decía a nuestros políticos que las prisas no eran buenas y que, en Escocia, habían tardado 40 años en conseguir un referéndum y les recomendaba hacer un camino más pausado, pero sus recomendaciones cayeron en saco roto. Un ejemplo más próximo es el de los vascos, que de siempre han sido gente menos preocupada por la estética y por la épica y han aplicado con entusiasmo la máxima jesuítica de que la línea recta no siempre es la distancia más corta entre dos puntos y, así, poco a poco, y dejando de lado el paréntesis del plan Ibarretxe, han conseguido convertirse prácticamente en un verdadero estado dentro del estado. Solo les falta para conseguirlo controlar la caja de la Seguridad Social, disponer de ejército y de representación diplomática, tres cosas muy costosas que parece que, en tiempos de crisis, han decidido poner en barbecho, como demostraron las recientes declaraciones de Urkullu.

Todas estas reflexiones vienen a cuento de la próxima formación de un gobierno minoritario en España, escenario en el que los partidos nacionalistas, incluida Convergencia, siempre habían sabido moverse como pez en el agua. Ahora estamos de nuevo ante un escenario donde, de forma paulatina y aprovechando la debilidad del gobierno, se podrían ir obteniendo ventajas para Catalunya y suavizando la actual intransigencia gubernamental pero, en lugar de ello, Francesc Homs dedica sus energías a hacer ofertas para derrocar al PP aunque ello le suponga aliarse con gente tan distante del ideario de sus votantes como Podemos, con lo que, el resultado será la formación de un gobierno con el apoyo de Ciudadanos, Coalición Canaria y el PNB lo que supondrá el reforzamiento de las políticas anti lengua catalana, que son el ADN de Ciudadanos, mientras que los vascos, callada y discretamente como siempre, obtienen mejoras para su autogobierno, en medio de la complacencia general del resto de partidos políticos españolistas a los que no duelen prendas de admitir para los vascos lo que niegan con grandes aspavientos para los catalanes.

No dejo de preguntarme porque los vascos, que siempre han sacado más que los catalanes en las distintas negociaciones políticas desde las guerras Carlistas, y con un pasado de violencia reciente, han tenido mejor imagen en España y sus demandas no han levantado ampollas, y llego la conclusión de que ello, en gran parte se debe a que han sabido ir “a la chita callando” en lugar de hacer grandes anuncios acerca de la tierra prometida y es que, como acertadamente dijo Gaziel, a los catalanes nos puede la estética

El segundo motivo es que han sabido acercarse mejor que los catalanes a la sombra del poder, pero esto ya será materia de otro post.

Agustín Bou

Artículo publicado en lavanguardia.com

Fuente: Jausas / lavanguardia.com

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